5/04/2010

.... si crecieran un poco de conciencia, si se vieran lo muertos que están.....


Dicen que en un futuro las máquinas sustituirán a los humanos en la Tierra. ¿Será que se nos ha venido tan pronto el futuro? La raza humana se dividió en dos: quedan por ahí quienes caminan en nuestro mundo sin tomar conciencia de lo que nos sucede... se ven solos, enajenados, como si ya no los uniera el cordón azul que nos une a todos en un sólo cuerpo. Las flores, si las arrancas de la tierra se mueren, las ramas si las separas del tronco se secan..... y así están ellos, secos de alma, secos de conciencia. En el futuro, dicen, los humanos ya no seremos humanos....¿qué diferencia hay entre tú y una máquina si cuando caminas, hablas y dices pensar, un programa instalado por el sistema lo hace en tu lugar?

A veces los veo y se me olvida por qué bajé con ellos... y quisiera destruirlos.....comprendo a los dioses cuando hablan de destruir al mundo... a mi, a veces, también me pasa... se les acaba la humanidad al mundo... pero quedan aún los que se niegan a secarse, los que brillan por el planeta, los que no han caído en la tentadora enajenación de los sin alma... sólo por ellos, y por mi, debo bajar las escaleras y encender las luces del sótano....

8/29/2009

Para Azul....


Una vez... mendigando por mis fantasías, me pregunté si acaso en aquellas montañas vivían seres ajenos a lo que de este mundo conozco. No sé si mis ojos han explorado en su totalidad el bazaar de ilusiones que custodia la realidad o si son infinitas las posibilidades,como el movimiento de una espiral...

En el cielo dos nubes colapsan y una gota de líquido celeste rueda por mi frente... El viento susurra un sonido extraño como si hablara otra lengua y con él, crujen los árboles. Luego un relámpago en el cielo ilumina mi visión.... y el cielo deja caer su llanto sobre mi.

Tengo los ojos fijos en las montañas. A lo lejos, no sé si me engaña la noche, pero juro que debajo de aquel árbol algo se ha movido. Si fuese yo la niña que hace unos años era, hubiese corrido aterrada a refugiarme en las paredes de la casa. Pero esta vez mis pies se han unido al suelo y no encuentro como ir hacia atrás... o hacia adelante.

Asi que sueño. Imagino que es un hombre de las estrellas... una luz azul que ha venido a alumbrar la noche. Me he quedado ahí parada para no perder la perspectiva. Y aunque la naturaleza en su arrebato amenaza con hacerme daño, una profunda tranquilidad se apodera de mí...

5/20/2009

La ventana al Universo...


Vamos a ver. Aja... un cuento.

Bienvenido a mi universo... à ton maison, a la gruta de los placeres. Me pareció de mal gusto la primera vez que la vi. Demasiado shock, aunque ninguna provocación. Perdonen, pero no debo adjuntar la foto... aunque se llama así: Welcome to the universe.

En la foto un sujeto vistiendo sólo lo que por naturaleza lleva, su piel. No se le ve el rostro, ni los pies, ni el torso... está de espaldas y no se le alcanza a ver el cabello. En el centro de la composición un orificio... una gruta natural que no ha expandido la naturaleza si no más bien un deseo contra natura que tan natural ya se me hace.

Decía allí: Welcome to the universe.... pero ese no es mi universo. En mi universo quizás es menos estirado, bastante, y jamás lo había visto de ese color carmesí que recuerda que por dentro somos una masa de carne y sangre.

Por hoy, había prometido un cuento. Pero no se me va la imagen de la cabeza. Esas cosas extrañas sólo se encuentran cuando no se buscan. Son... como un ready made de Duchamp. Solo que yo sí me he hecho la pregunta, y no precisamente por el arte. Me digo.... cómo, sin romperse, se puede estirar así?

He visto la foto de un hombre desnudo, de espaldas y agachado estirando con sus manos las paredes sonrojadas de su ano.... El agujero alcanzaba casi cuatro pulgadas de diámetro, o tal vez exagero, pero me decía: Bienvenida al universo! Me invitaba: Le cul du monde! Como si dentro de ese agujero se pudieran imaginar distantes galaxias, estrellas y meteoros perdidos en la eternidad de sus paredes de carne. Para mi sorpresa estaba colgada en una página de arte... de ARTE! Pero en esta época tan posmo ya nada debe sorprenderme...

2/08/2009

Daniela no dejó de mirar las estrellas


Daniela no dejó de mirar las estrellas. Dormida bajo un pedazo de cielo gris, miraba con los ojos cerrados infinitos puntos distantes de otros cielos que nos verían, tal vez, a nosotros también como a una estrella. Todas las noches soñaba que al final de la tarde, cuando se levanta la cortina crepuscular, ocurría una explosión. Y millones de trozos en el firmamento corrían veloz a buscar distancia, huyendo como estrellas fugaces, esparciéndose… Luego pasaba Ares en su carro de oro, y una a una las iba recogiendo.

12/23/2008

Tuve un sueño...


Había castillos entre nubes, galaxias, nebulosas y caras que salían de ellas... Habían páginas repletas de símbolos antiguos; algunos egipcios y otros que no llegué a reconocer. Pero todo esto se trataba de un secreto revelado a la mente de algún autor por unos extraterrestres... "El secreto del alien" se llamaba. No sé si en la realidad existe, o si tal vez lo escribiré yo en un futuro... pero así lo he soñado.

Como todas las cosas que desconozco, escribí su nombre en el browser (por si me daba resultados) e inicié la búsqueda en Google, que de por cierto hoy tenía un diseño muy bonito.... sólo unos títulos parecidos, ninguno igual. Chopra entre los autores. Pero ninguna portada como la de mi libro, el que soñé...

12/11/2008

A seis días de un año....


Regreso como regresan siempre las olas a la orilla... Quizás, hace un año cuando dije adios, pensé que no volvería escribir sobre este papel cibernético. Pero las palabras se las lleva el viento, y sin embargo, he vuelto....

No esperen de mí las historias que ya en otros tiempos he contado. Ha sido un año lleno de tormentosas sorpresas, pero regalos al fin. Quiero.... renovar mis entradas, que todo el mundo sepa que me llegó el amor. Y se fue...

Este año que se acaba, para mí fue el más importante de mi vida. Me he llenado de experiencias que jamás pensé vivir, de momentos que de pronto me encontraron desprevenida... de un futuro que se abre, nuevo, para crearlo con mis manos... sólo con ellas.

Me he dedicado a pintar mi universo. La espuma del mar, la canción del viento, todo vuelve a mí para compensar el calor de esos labios que ya no me besan. Pero regreso para ser yo, más mujer, más mia. Para poseer en mí misma toda la fuerza vital que ayer se agotó, y que ahora vuelve a ser.

Ya no soy la de antes, no. Pero sigue en mí la misma. Yo soy la mujer que superando vidas se agarra en sí misma para dar vida a la muerte. La que en fotos amarillas sepulta la tierra que sus pies han tocado. Yo vine aquí para ser ese ser anacrónico en las historias que hace años luz nuestros hijos contarán a sus hijos. Llena de mitos y contradicción, de una vida poeta, de una muerte artista. Y allá me verán, quizás, burlando casualidades y ahogando con mi voz el silencio.

De pequeña siempre quize morir pronto para ser fantasma. ¿Qué futuro magnífico guardarán para mí esas vidas más allá de esta vida? Debe ser que el presente se repite una y otra vez, y por eso nos parece infinita la agonía de estar vivos.... de acercarnos más a la muerte cada segundo que pasa... que nos aleja más y más del instante en que nacimos; pero que un día de repente, nos devuelve a la panza esférica que nos volverá a traer. Somos polvo y nada más.... eso dicen.

12/24/2007

Por no escuchar a las mujeres...


Yo es que me quiero tirar por el balcón. Me dije angustiado soltando un largo suspiro mientras me escapaba de tanta verguenza. Hace unos segundos sentí que tenía el control. Que nada aunque quisiera, podría salir mal. Cinco meses estuve preparando cada detalle: practiqué las palabras, las miradas, como arrodillar una pierna y extender mi mano hacia ella para pedir la suya. Pero debí haberlo imaginado. A ella no le gustaban las pomposidades ni las fiestas de sociedad. Yo lo sabía. Me lo había dicho. En su vida nunca quiso un segundo de atención. Odiaba que la mirasen, que la notasen, que la reconociesen. Pero a mi eso me sonaba a mentira. Al final, decidí sorprenderla con el romanticismo que se ve en las películas. Creí que ella secretamente lo deseaba. Sí. Porque ese es el sueño de toda mujer.... eso y ser madres.

Una vez la sorprendí con unas revistas de boda y le puse el anillo colgando de la ficha de subscripción.

Sus amigas estaban allí, todas ellas con la mano en la boca fingiendo sorpresa. Raquel y yo hace un mes que no nos hablamos. Me dijo que no ese mismo día, frente a sus amigas. Frente a todas ellas... Todavía las risas me taladran los oidos.

12/17/2007

Estimados lectores, he vuelto para nunca regresar....


He vuelto.... hace mucho no venía a escribir. Pero aquí estoy. Les dejo saber que mi vida ha terminado; me retiro y dejo una sombra en mi lugar... para que les hable de los temas esotéricos de los que siempre habla. Para que los empache con su poesía de pacotilla. Hemos regresado a la era del bosque, a los cuentitos en clave que sólo dos entienden.... hemos concluido la era del éter. Ahora se avecinan tiempos inciertos, donde puede que un cuento escupa mi morboso sabor. Los dejo aquí, porque me voy, y no sé si vuelva. Pero los dejo, pobres de ustedes, con esa sombra funesta que asesina cada cuento con el don y el privilegio de no saber escribir. . .


hasta siempre,
Ëthel

8/28/2007

La nena ya no tiene quien la quiera



No hay cuchillos en la casa, mamá los escondió todos de la nena… a la nena le prohibieron la entrada a la cocina. Sucedió de noche, cuando ya nadie la estaba vigilando. Bajó la gran escalera de espiral, con los pies desnudos, hasta tocar el piso de la sala. La casa es un poco grande, pero si se saben todos los pasos que hay que dar, se puede llegar rápido al refrigerador. Abre la puerta de la cocina, con cuidado para que no rechine, y ve que no hay ningún cocinero que la descubra. Abre la nevera, le mete bocado a lo primero que encuentra y regresa a la cama. Crimen perfecto. La nena lo hace todas las noches. En la casa ya todos han empezado a sospechar. Mamá abre los ojos cuando escucha la puerta de la nena abrirse. La ve escurrirse a la cocina, la sigue; la encuentra con las manos llenas de tarta.

Vas a parecer una bola de lo gorda que te vas a poner, y entonces ya nadie te va a querer; y en la escuela se van a burlar de ti.

La otra noche la nena pensó en eso, se miró en el espejo, una mordida al pollo que sobró de la cena no hace daño. Bajó la escalera de caracol, mamá no la escucha ya.

En la escuela todas las niñas parecen princesitas. Todas con sus uniformes pegaditos al cuerpo, muy entalladitos. A la nena se le ha visto últimamente con la cara más redonda; mamá le ha soltado un poco el entalle del uniforme para que luzca más delgada. Mamá también le dijo al cocinero que ya no hay postre para la nena. Todas las noches, la niña va a por el trozo de pastel.

¡Lola la bola! ¡Lola la bola! Le cantan en la escuela… la nena llora.

Pasó de noche, cuando mamá no se podía dar cuenta. Bajó la gran escalera de espiral hasta donde se lo permitió la fatiga. En la pared de al frente hay un espejo muy grande. La nena se mira y no se reconoce. Piensa que es otra que invade su cuerpo, se la quiere quitar…. Baja quince escalones de inmediato, hasta que los dedos desnudos tocan el piso. Corre un poco, cruza la enorme sala, por fin llega hasta la cocina. Se detiene. Mira el refrigerador. Se adelanta un poco para abrir la puerta. Titubea, mira mejor hacia el fregadero, las gavetas…. Recuerda a la niña del espejo. ¡Maldita seas Lola! Se la quiere quitar. Abre una gaveta, saca de ella un cuchillo y con la mano temblorosa y los párpados bien apretados, intenta deshacerse de los rollitos de su cintura. Así como el cocinero le enseño a quitarle la grasa a un puerco. Pero mamá abre los ojos, parece un cerdo que chilla en la cocina. Vistiendo la piel pegadita al hueso baja la escalera. La nena ya no llora.

Lola se despierta en una cama de hospital. Se toca la cara, dos huesos sobresalen. Se toca más, le duele la piel. Lleva poco más de un mes ahí acostada. Una enfermera le sirve un postre, para que coma, porque a nadie le gustan las niñas muy delgadas. Lola rechaza el postre. Se mira por encima y recuerda lo que pasó. No extraña su antiguo cuerpo; pero este tampoco le gusta. Pide que le traigan el postre. Lo mira con desconfianza. Ya la nena no encuentra que hacer. Se atraganta la comida; acto seguido la vomita. Busca algo más para comer, está muy flaca le dijo la enfermera.

Si sigues así de flaca ya nadie te va a querer, le dice la madre que entra por la puerta.

Mamá le trae un emparedado de jamón. Lola lo come y lo vomita. Pide otro, pasa lo mismo... otro, no ve cuando parar. A la nena se le fueron 10 kilos en el hospital. De vuelta al colegio las otras niñas la miran con horror.

Lola tiene la piel "old fashion". Han pasado a penas unos meses del incidente, y en la escuela los niños no la molestan más. Parecen estar en "shock". La nena es ahora una niña normal, excepto por las cicatrices en su abdomen. Es toda una princesita en uniforme, como las demás niñas del cole; sólo que ya no es moda estar tan flaca. Lola todas las noches intenta volver a bajar la escalera de espiral. Se debate entre el comer y el no comer. ¿Qué hace la nena para que no se le vaya la grasa al cuerpo después de comer? ¿Qué hace la nena para que no se le vaya la piel a los huesos después de vomitar? Después de lo que pasó, los cuchillos no son opción para la Lola. Mamá, por las noches no duerme, para que no se le escape la nena a la cocina.

7/08/2007

Carta para un Anónimo:


Todavía hay cosas muy crueles que le digo a la gente para que no me vuelva a suceder. Me prometí mí misma que no me dejaría otra vez expresar palabras bonitas sin un seguro de prueba. Yo no quise enamorarme de ti. Sólo que la presión a la que me sentía para entonces sometida hizo que te pensara diferente a lo que suelo pensar sobre otros como tu. Jamás sentí que hacía el ridículo contigo, actuaba con naturalidad, pero muchas veces me llegué a sentir rechazada. A veces era yo la que empujaba las cosas y muchas veces soñé contigo. Y te lo decía…Soñaba que te tenía cerca, que me querías, que yo te quería a ti. Pero luego descubrí que te gustaban las niñas de diecisiete y de habla no tradicional. Esas niñas de círculos exclusivos y personalidad encantadora. A ti te gustan delgadas, rubias, de ojos grandes y sonrisa lustrosas; así como no soy yo. Te gustan por las fotos atrevidas, los circuitos cancelados, las sonrisas practicadas y esa mueca adorable que hacen todas cuando tratan de ser feas. A mí sin embargo, me tenías todo el tiempo, a la mano, como muestra de perfume que recoges del periódico. Mis fotos no alteradas, no te hicieron delirar como las de ellas… pero yo soy real. A mí si lo intentas, me puedes tocar. Y yo todavía sufro escuchando conversaciones que no me pertenecen, leyendo comentarios de superficie para gente que jamás te va a ver. Gente que no comprende que tu voz suena algo extraño, que hueles a perfume de bebé, y que cuando hablas, nunca miras a la cara. Yo comprendo que no me quieras, y para ser más franca, nunca pretendí robar ni un segundo de tu cariño. Yo sólo quería que me miraras a los ojos y me tuvieras en tu mente. Lejos de compromisos y conversaciones de espejo, yo quería tenerte de frente sin obligarte a nada.

Yo sé que te incomoda encontrarme sentada cada medio día debajo del almendro. Improvisando saludos, para cumplir. Muchas veces procuraste caminar de largo para no mirarme; por si yo no te había visto, para no cruzar palabras. Encontrarme allí sentada te compromete al abrazo forzado de un saludo que no quieres dar. Pero eso es lo único que te puedo sacar, un buenos días a media mañana. Y estoy segura que jamás imaginaste que me encontrarías no sólo en el almendro, sino también sentada muy cerca en el pupitre de un salón al que muy pronto dejastes de ir.

Yo no sé si es por mí que ya no te quiero, o si es que me pega fuerte esta vez, por ser la primera, que siento la crueldad del rechazo. Pero al leer que le decías mía a una piel extranjera, dejé de tejer los sonidos de tu boca en mis sueños. Y de pensar que algún día yo podría estar tejiendo mis palabras en los tuyos.

No te puedo explicar cómo siento, porque ya no siento nada. Pero quiero decirte que todavía guardo muy en el fondo pedazos de esos sueños rotos que olvidé para no herir más mis pensamientos; con la ilusión de que algún día los vuelva a imaginar en otra cara, en otro tiempo, con otro nombre…

6/30/2007

En la casa todos duermen a las doce






Todos a sus camas cuando dieron las doce. Todos los cuartos cerrados a llave, por si algo más intentaba entrar.




Estela fue la última en salir del baño, ya todos dormían; o eso creyó. La puerta de su cuarto era la única abierta , el pasillo parecía un largo corredor de hospital; el baño le quedaba lejos. Tomó sus cosas y corrió hasta su cuarto. En el fondo una puerta se abría, Estela no pudo mirar más para atrás. Cerró la puerta. Sintió unos pasos. Una hora más tarde abrió los ojos y vió que estaba muerta.




Susurros de muerte, olor a carne cruda y mutilada. Tenía un gancho oxidado atravesándole la yugular. Estela no podía gritar. Todos duermen en la casa, nadie respira. La puerta del baño está abierta. Se escuchan pasos de vez en cuando. Nadie escucha, ni siquiera Estela. En la casa todos duermen a las doce en punto.




El baño es el lugar más peligroso de la casa, jamás seas la última en bañarte. En la oscuridad viven cosas ajenas a nuestra realidad. No te tardes, Estela, no te tardes.




Una mano te tocó la espalda en la bañera. Abristes los ojos, mirastes de prisa, no vistes nada. El agua caliente se acaba. Te sales de la ducha y ves el vapor flotar en el espejo. Afuera alguien tira una puerta. Das un salto, miras que la puerta esté cerrada. Ese día se te olvidó ponerle llave. Algo en el espejo no está bien. Sientes que alguien te observa, sientes miedo de quitarle la vista al espejo. Hoy eres la última en bañarte.




Desde muy niña te daba miedo el espejo en el baño. Tu abuela te decía que un espejo era el portal a otros mundos. De allí salen cosas malvadas, ten cuidado, nunca seas la última en bañarte. La abuela murió de un ataque de pánico. Hoy lo recuerdas; y sientes un escalofrío correr por tu espalda. Miedo de quitar la vista y encontrar otra cosa al regresarla, nos pasa a todos; miedo de lavarte la boca, de frotarte la cara con agua. Es un miedo instintivo, porque sabes que hoy te toca a tí.




Así que recojes tus cosas, y corres del lugar más peligroso. Una nube de vapor te sigue los pasos, y logras llegar a tu cuarto, donde hace media hora te espera la cama. En la casa todos duermen a las doce en punto, tú lo sabes. Escuchas que se tira una puerta, en la casa todos duermen. Pasos acelerados, te revientan la yugular, caes reonda al suelo olorosa a jabón perfumado. Despiertas de una vez, abres los ojos... Estela murió de un ataque de pánico.

6/09/2007

Cuando era mujer...


Anda que te quiero ver. Y retiró con sus manos el camisón que llevaba puesto, poco a poco, para no lastimar mi pudor. Así, lentamente, sentí sus manos bajar por mis hombros. Cerré los ojos y respiré profundo.

El verano pasado me diagnosticaron cáncer de seno. Me dijo el doctor que había encontrado varios nódulos alojados en mi seno izquierdo después de una mamografía. Que aquello no era nada para preocuparse, pero que aún así debía hacerme unos estudios de rutina; y de una vez realizarme una biopsia. Esa noche lloré desnuda frente al espejo acariciando mi pecho izquierdo, de espaldas a la cama. Los siguientes meses recibí quimioterapia para combatir el cáncer. Se me calló el pelo en las cejas, los brazos, las piernas y la única evidencia de cabello en mi cuerpo la conservaron mis pestañas. A mi esposo le pedí que me rapara la cabeza, lo hizo llorando, y yo al final no pude más. Luego vino la radioterapia y sentí que cada onda de radiación me quemaba un segundo de vida. El día 12 de octubre entré al quirófano. Decía el doctor que el tratamiento había dado resultado aunque todavía quedaba amputar el seno. Que si luego quería una operación de implantes, el plan lo cubriría todo. Y terminé hecha media mujer.

Todavía estás guapa. Y me besó. Su mano acariciando mi pecho plano, donde ya no quedaba nada, sólo una cicatriz grotesca, donde faltaba un pezón. Era la primera vez que lo dejaba verme desnuda luego de la operación. Y ahí estaba él diciéndome que me veía guapa. Como cuando era mujer.

5/27/2007

Donde hay necesidad de huir...




"Sometimes when I'm alone I wonder

Is there a spell that I'm under,
Keeping me from seeing the real thing?"


Love hurts
Incubus


A veces sola pienso
Que no necesito un vale
Para echar a andar las ganas
De gritarles que me voy

Que no debería espara nada
Porque nada puedo darles

A veces pienso

Que no puedo ser yo

Que quisiera levantarme mañana
Y volar como las mariposas
Sin pensar que en veinticuatro horas
Tendré que morir


Que debería saltar las verjas
Y correr, sólo correr
Hasta que no quede nada
Ningún rincón al que escapar

A veces sola pienso
Que aquí sentada donde estoy
Ya no hay mucho que hacer
Que necesito salir

Que si no escribo me ahogo

Que a veces me ahogo para escribir

Y quizás lo mejor sea eso
Para no tener que pensar sola más

5/25/2007

Lo que escribí mientras te escuchaba cantar... (algo que escribí hace mucho tiempo)


Cuando el mundo cambia sin sentido, de la noche a la mañana, y desnuda te encuentras ante las cosas que antes fueron y que ahora podrían ser, se te vuelve la conciencia. ¡Jamás pensé levantarme de mis cenizas como el ave fénix... como él, como solía hacer yo!
Hace unos días calciné mi cuerpo entero, y el olor a carne quemada se sumaba a los gritos siniestros que mi boca lanzaba, pero todo aquello superaba a penas lo que mi alma sentía. Quería morir de la forma más horrible, la más pura, la más eficiente. Cenizas quedé y como ceniza caí al suelo cuando un viento áspero me devolvió a los cielos. Sentí que me alzaba completa, mi consciencia adherida a las cenizas se esparcía por los aires para buscarte, para desacerse en tí.
Volé con el viento por montes y praderas, me sumergí en las oscuras veredas de un bosque y me bañe con el mar en las aguas de tu alcoba... Y te encontré dormido, inocente, ajeno; tu hombro encendido en fuego. Justo ahí donde dormías reencarne mi cuerpo a través del cristal de un espejo. Y al despertarte y mirar, encontraste tus ojos en los míos. Allí parado frente al cristal que nos dividía, pusiste una mano en el espejo para tocarme y ella sin prisa resbaló por aquella superficie mojada y fue a parar allí, donde estaba yo.
Con mi voz susurre canciones a tu oido y como quien vive añorando la ninez temprana, posaste la cabeza en mi pecho y te quedaste dormido. Yo te arrullaba con palabras encantadas y te adentré en mis sueños. Allí, tu eras lo uno con lo mío y al mirar tu piel verías mi piel.
Yo te fui envolviendo con mis canciones hasta que quedaste preso de mi voz.
Y el momento en que quemándome viva sentí que te a tí te quemaba el mismo fuego, no pude parar de llorar. Mi cuerpo sufrido por las llamas te reclamaba muy adentro; pero el fuego se hizo para separar, para luego unir. Mis cenizas al momento de caer se vieron desprendidas del polvo en tus manos. Y tú te volviste viento y me llevaste a cuestas contigo, a ese bosque, donde quería estar yo...

4/28/2007

El incendio en la casa de muñecas


De pequeña jugaba con barbies. Con muñecas no, aunque las tenía. Pero es que a mí me gustaba más esa rubia despampanante con los pechos de plástico, como esas que suelen verse por ahí.

Se llamaba Paulina, mi muñeca; y vivía con sus amigas Teresa y Kira en un piso que les rentaba Barbie por quinientos dólares al mes. ¡Vaya cucarachero! Y no es que me queje, pero la Barbie tenía una mansión para ella sola. De vez en cuando Ken la venía a visitar. Siempre llegaba en su carro deportivo, y en comparación con sus amigos Mitch, Gargantilla y Cuellolargo, era todo un galán. Paulina y Ken discutían mucho. ¡La Barbie esa no te quita el ojo! Parece que no tiene suficiente con tus tres amigos- le gritaba ella indignada. ¡Si es que ya decía yo que era una fleje! ¡Pero que no me busque, ah! Y lo amenazaba con el dedo. Aparte de las constantes peleas, eran muy felices. Él las ayudaba con el pago de la renta. Y cuando Barbie se quedó sin trabajo y decidió aumentar el alquiler, se mudaron a la casa de muñecas. La casa de muñecas era un hogar para señoritas dirigido por la señora Olivia. Allí vivían más de cuarenta señoritas de todos los lugares,desde Playdoll a Fisherprice. Teresa ,Kira y Paulina eran las únicas de Matel. Por eso las envidiaban las demás. Están hechas de un plástico esquicito y el pelo les cubre toda la cabeza. Eso alegaba Jacinta, una muñeca de farmacia con aparentes trastornos mentales cuya cabeza era demasiado grande para su cuerpo; y que tenía cabello sólo en la parte frontal del cráneo. En esa casa vivieron más de dos años. Allí terminaron los estudios y aprendieron a cocinar. Los primeros meses a las demás se les hacía raro que Kira y Teresa pasaran tanto tiempo encerradas en el baño. Pero no había que olvidar que muchas en la casa tenían la misma costumbre. Con el tiempo montaron un restaurante. Con el tiempo también, se enteraron que Barbie se recuperaba en una clínica para adictos a la heroína. La fueron a visitar, y les contó que cuando la despidieron de Hooters pensó que su vida había terminado. Pasó por muchas etapas depresivas y se dedicó por varios meses al tráfico de drogas ilegales. Así fue que tuvo acceso a la heroína. Era lo único que me hacía sentir viva, afirmaba. Ya hacía dos meses que estaba internada. Le confesó a Paulina que Ken venía muy a menudo a visitarla, él mismo la había llevado a internar. Lo sé, él fue quien me dijo que estabas aquí. Me pidió que te fueramos a visitar. Pero hace más de cuatro meses que no andamos. A Barbie parecía que le brillaban los ojos. Y desde una esquina, Kira la miraba con desdén. No volvieron a visitarla más. Meses después Ken le suplicó a Pau que volviera con él. Ella lo rechazó. Ahora salía con un nativo de las islas Galápagos que había conocido por Internet. Se llamaba Kocoom, y era atleta en su país. Y es que ya ven, la globalización... Ken la persiguió por varios días. Y en la casa se escuchaban rumores de que ya habían vuelto otra vez. Pero Paulina negó que se siguieran viendo y le puso una orden de protección para que no quedaran dudas. Cuando éste se enteró de la orden, no insistió más. Una vez escuché decir a Jacinta que el antiguo novio de Paulina se había mudado con Barbie; y vi la mueca angustiosa que hizo Pau al enterarse. Pienso que todavía lo quiere.El invierno de ese mismo año, en la casa de muñecas, ocurrió una tragedia. Un día en que celebraban el cumpleaños de Tori, una de las inquilinas, se desató un incendio en la planta baja. Como era de suponerse en estos casos, la histeria de las muchachas impidió que alguna pudiera escapar. Todas murieron, incluída la señora Olivia.Y dicen las malas lenguas que aquel incendio fue provocado. De la casa no quedó nada, y el olor a plástico quemado impregnó todo el vecindario por varios años. Y no es que se halla quedado la peste, sino que nadie pudo olvidar
ese olor.

El día en que ocurrió el incendio, mi mamá me quitó las muñecas y no volví a jugar más con las barbies. Después del incidente con los potes de alcoholado de abuela, que quemara la casa de muñecas ya era el colmo. Desde entonces tengo un ejército de GI Joes que baila el virazón y una muñeca Xuxa de casi un metro que le encanta pegarle sustos a mi hermana en el baño...

4/20/2007

99:99


No para de reirse. Se quizo suicidar poniendo su cabeza en un microhondas. Hace tiempo que busca el significado de la muerte. La gringa mató a su poodle así también, me dijo. No quería matarlo. Sólo buscaba una forma de secarlo. ¡Qué bruta! Cuando lo sacó estaba listo para comer... pobre perro. Antonio se quiere matar así. Lo ha visto en una película. Pero no puede. La risa no lo deja. ¿Te imaginas mi cara hecha popcorn?, me dice. Tú no eres de maíz. Se ríe mucho. Me ha ordenado que no deje a nadie entrar al cuarto. No quiere que nadie lo vea morir de forma tan estúpida. Para eso me ha escogido a mí. Yo no me río. Está arrodillado en el piso, puso el micro en la cama porque muy cerca está el interruptor. Ayer trató de matarse dejando que un centavo le callera desde lo más alto de un rascacielos. Decía él que al caer desde tan alto la velocidad con la que caía provocaba que su peso se multiplicara considerablemente. Según él, al momento de tocar el piso lo partiría en dos y quedaría enterrado una pulgada en el cemento. El centavo lo he tirado yo, pero sólo le ha quedado una marca superficial en la cabeza. Ahora intenta lo mismo con un microhondas. Esta vez me afirmó que las ondas de radiación entrarían por la marca del centavo dándole una muerte instantánea. Lo veo allí arrodillado, con la cabeza dentro del microhondas, pulsando los minutos con su dedo. 99:99 pulsa. Lo tenía bien medido. Se quiere quemar en más de una hora. Por culpa de su cuello la tapa no cierra. Grita algo así como, ¡mierda! y me pide ayuda. Quiere que busque algo con qué agujerear el fondo para poder meter la cabeza y cerrar la tapa. Voy rápido en busca de un cuchillo o cualquier cosa que pueda servir. Sé que es mi mejor amigo, pero quiero verlo morir. Por estúpido. Hacemos un boquete. Mete la cabeza. Cierra la tapa. Aprieto el botón que dice start pero no funciona. ¿Me oites Tony? No funciona. Lo escucho gritar improperios desde adentro. Debimos haber dañado algún cable cuando hicimos el boquete. Saca la cabeza. Quiere intentar algo nuevo. Se sienta en la cama a pensar un rato. Nada. Yo lo miro fastidiada. Quisiera irme. Nada. Tony se levanta. Me mira. Busca el mismo cuchillo con que abrimos la caja del micro. ¿Qué haces? Se dirige hacia mí. ¿Qué haces Antonio? Me dice que ya sabe qué hacer. Hará algo que nunca había intentado. Me matará a mí. ¿Estás loco? No. Me ha dicho que ya sabe por qué no han funcionado sus otros intentos. Porque son muy estúpidos, le digo. No. Es porque estás tú allí. ¿Yo? ¿Y eso qué tiene que ver? Se acerca más. El de las ideas estúpidas eres tú. Te mataré y luego beberé un vaneno, cómo Sócrates, moriré hablando de la muerte. Me pongo nerviosa. ¿Qué es la muerte? No me preguntes eso, todavía no te he matado. ¿Qué es la muerte? Se acerca lento. Me tiembla la voz. ¿Qué es la muerte? Ya está muy cerca. ¿Qué es la muer... siento que perfora mi estómago. Dímelo tú.

Antes de que salga el sol


Antes de que salga el sol
Por el vientre de lo oscuro
Te estaré esperando
Para perderme en ti.

Con la luna abierta a mis ojos
Te esperaré entre sombras
Con el tiempo aquí presente
Donde mismo te busqué.

Me apretaré las heridas
Cantaré mi voz al cielo
Sofocando sueños viejos
Hasta verte regresar.

Y si llegase a amanecer
Y yo estando aquí en la arena
Con la cástula vestida
Y no llegas hasta aquí;

Me fundiré en las olas
Que no me toque la tierra
Para seguir esperando
Otra noche, otro mar.

4/14/2007

La culebra


Hola. Me llamo Sofía, y me siento culpable de ser todo un exito.

Jamás he movido un dedo, me burlo de todo el mundo, le huyo a los compromisos, no me identifico con nada, no tengo seriedad por las cosas, no me preocupa la muerte, jamás me tomo el riesgo, nunca pienso en los demás, odio la religión, también la política, sólo quiero a mis perros, sospecho que soy asexual, me río de las desgracias de los demás, no me considero una buena persona... y aún así, todo siempre me sale estupendamente bien.

Estoy consciente de que debo caerle muy mal a Dios. Digo, si tan sólo existiera...Mi filosofía consiste en joder al prójimo, reírme de sus creencias, jugar con su mente... hacerlo dudar de sí. Nadie lo sospecha, se piensan que les hago un favor. Para eso sé mentir muy bien, es un don que me viene de familia.

A veces de pequeña pateaba a mis compañeros para que no dudaran en ejercer mi suprema voluntad. Por eso nunca tuve amigos, todos eran súbditos o simples seguidores.

Había gente que jugaba a imitarme. A esos les recordaba que nadie podía ser como yo. Yo estaba muy arriba de ellos, más allá de las nubes. Nadie puede superar mi forma de ser.

Ya más grande, me dediqué a ser la lider. Ya no les pegaba, ahora que ya eran mayores era más fácil jugar con sus mentes, manipularlos de tal forma que nunca dejaran de pensar en mis palabras.

Ese ha sido mi gran éxito. Disfruto sabiendo que la gente comienza a cuestionar todo en lo que siempre han creído por causa de lo que digo. Mis palabras son siempre premeditadas, rellenas con toda la mala intención. Para que piensen.

En el colegio donde estudié siempre di problemas en el departamento de vida cristiana. Ninguno de ellos podía entender porqué no creía en Dios. En las clases ponía en tela de juicio la naturaleza onmipotente de su deidad. Después de todo él no podía hacer que le amáramos, cosa que siempre le restó poder. Nunca me sedujo la idea de ir al cielo. Allá arriba parece que las almas sólo cuentan con un sólo entretenimiento: alabar y cantar himnos a Dios. Por eso en las clases concluía que el pobre debía tener muy mala autoestima. Llegué a pensar que nadie sentía verdadero amor por Dios. Todo era interés, existía el infierno y eso nos aterraba. Todo era un chantaje de la mente divina. Y cuando decía que el Diablo me parecía un ser más genuino, terminaba en la oficina del director donde intentaban sacarme los demonios.

Aún así, pasándome la filosofía cristiana por mis áreas más blancas, siempre gozé de una extraña autoridad sobre toda la facultad del colegio. Allí yo tenía la voz cantante. Fui escalando puestos hasta ser presidenta de la sociedad de honor. La gente, aún consciente de que sólo yo tomaba decisiones y dictaba órdenes, tenían la ilusión de la libre participación... y me miraban todos con recelo, queriendo ser yo.

Ahora no es diferente, sigo siendo una mala persona. Me aprovecho del amor de los demás y por ninguno de ellos siento amor. Siempre me sale todo bien. Yo soy ella, la de las mejores notas, la reconocida, la capaz, la diferente, la original, la que tiene una mente brillante, la del talento, la que todo lo sabe, la respetada, la que todos admiran, la que todos quieren ser.

Pero tanta perfección agobia, así que mudaré la piel. Me convertiré ahora en la misma serpiente que fui antes, sólo que tendré una piel nueva para confundirlos otra vez. Así funciona el arte de engañar. Una se esconde en sus propios instintos y atrae así a las presas que siempre caen. Las palabras se vuelven sogas y cada letra va envolviendo el cuerpo de la presa hasta que chocan los huesos -crack- víctimas de su propia conclusión.

4/07/2007

En el baño...

Si las horas pasaran como debiera ser, entonces nada de esto hubiese ocurrido. El tiempo me ha engañado, me siento perdida en él... Juraría que cuando miré mi reloj por última vez todavía eran las 12:30. Luego pasó algo que no recuerdo; fue como cuando cierras los ojos y aprietas los párpados para relajar la vista; cuando los abres se supone que estes en el mismo lugar que antes de cerrarlos. A mí me pasó diferente, eran las 12:30 se los juro, lo natural era que no hubiese pasado ni un minuto, pero no fue así. No sólo pasaron 7 horas, sino que tampoco estaba en el mismo lugar. Me encontré sóla en un bosque, desnuda, con un f'río increíble. Me sentía muerta, sin vida, completamente drenada...


¿Nunca les ha ocurrido que miran el reloj y ven una hora, luego parpadean, vuelven a mirar y el tiempo ha volado sin que nada pase?A mí sí. Lo vivo a diario. Son como pequeñas lagunas en la memoria. Mi madre siempre me regañaba porque me pasaba horas duchándome. ¡No me jodas mamá, que sólo han sido 20 minutos!

Recuerdo que un día sentada en la sala de mi casa veía la tele. Yo para aquellos tiempos me interesaba en las cosas paranormales y me puse a ver un programa donde salían unos argentinos hablando de raptos; de esos de extraterrestres. Mi mamá estaba conmigo. Contaban que una vez un hombre entró al baño de una discoteca unos minutos antes de que esta cerrara. Conocía al dueño así que estaba en confianza. Cuando salió de dar la meada se encontró con el dueño y otros dos individuos que cuidaban el lugar. Parecían preocupados y le dijeron que había estado tres horas allí metido. ¿Te ha pasado algo? le preguntaron. No. Si sólo estuve 5 minutos.
Esto para que vean que no soy la única que me tardo en el baño.

La discución en el programa continuó luego de la historia. Decían que a aquel hombre lo habían raptado los extraterrestres por eso el tiempo había pasado de forma tan diferente para él. ¿Acaso me raptarán a mí cada vez que me baño? Te lo dije mamá todo es culpa de los extraterrestres...

Lo curioso es que hoy nunca salí del baño. Miro mi reloj. Marca las 7 menos cuarto. No sé qué hago en un bosque, desnuda, tal y como me fui a bañar. La música de Twilight Zone suena en mi cabeza. Tinu ninu tinu ninu tinu nino... así suena. ¿Y yo qué hago aquí?

4/02/2007

La publicidad en Puerto Rico

La publicidad de este país es una mierda. Cuando se trata de alguna producción barata extranjera o del patio ocupa todos los titulares de la prensa; en cambio cuando hay un evento tan importante como Circa 2007 tú ni te enteras.

Circa lleva dos años celebrándose en Puerto Rico y con ápróximadamente sesenta de las más influyentes galerías de arte contemporáneo en el mundo es la feria internacional de arte más importante del Caribe y América Central. A mí me tocó ir para reseñar el evento al igual que una centena de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (Recinto de Río Piedras obvio, las demás universidades del país ni se molestarían). La feria se llevó a cabo en el Centro de Convenciones de Puerto Rico, apenas inagurado hace unos años, que a primera vista es una espectacular obra arquitectónica que simula el movimiento de una ola. Como era de esperarse llegué en el siempre puntual (nótese el tono irónico) servicio de transportación pública del área metro; que de por cierto es el único en la isla y que me dejó esperando casi una hora por la bendita AMA.

Llegué al lugar rodeada de gringos, y no es que sea extraño aquí en Puerto Rico, pero me hubiese gustado más sentir el calor de mi gente. Los demás eran artistas plásticos tanto locales como internacionales, críticos del arte, comerciantes y compradores, periodistas y estudiantes que al igual que yo venían a reseñar. La buena promoción del evento logró que nadie que estuviera directamente relacionado con el arte andara por aquellos lares en calidad de simple espectador.

Una vez dentro se respiraba un ambiente de total exclusividad. La gente se intruducía en las galerías como si una fuerza desconocida los halara. Yo, después de dar una vista general desde la entrada, saqué una pluma y una pequeña libreta de cuero negro que había comprado esclusivamente para la ocasión el día anterior, por eso de hacerme la interesante. Y tomando nota de cada detalle que veía me dejé llevar. Allí encontré instalaciones, medios mixtos, pinturas en canvas y zinc, grabados, escultura, arte urbano y sobre todo mucha fotografía.

En Circa se presentaron aproximadamente 60 galerías de alrededor del mundo. Países como España, Inglaterra, México, Puerto Rico, Colombia, Alemania, Costa Rica y Estados Unidos fueron los más representados. Después de haber visto todas las galerías no me quedó más que concluir que "Puerto Rico lo hace mejor", como decía aquella campaña de turismo hace más de una década. ¡Quién me iba a decir a mí que después de todo la publicidad del país no había fallado! A Circa lo promocionaron con diez años de antelación...

De putas y voces raras

¡Qué de ojos! ¡Qué hermosura!
Voy a contaros la historia de la puta sin nombre; la que no tiene por quién suspirar ni quien suspire por ella. Se llamaba Clemente... ¡Ves, ya la he cagado!
(¡Qué va!, si al principio se perdona todo) ¿Pero quién habla? (Pues yo, que me llamo Clementina además! Ala! Continúa.)

Escribo por escribir... su vida, por supuesto, ¿qué más? A Clemente (¡Clementina!) le pegaron un tiro en la frente cuando caminaba por ahí sóla buscando el peso.
A su paso iba un señor de estos interesantes que te cruzan la mirada y se bajan el sombrero.
Era una de sus peores noches; el señor interesante se le acercaba por el lado. Ella lo tenia todo calculado. Ese día no había hecho ni una triste peseta , así que si éste no tenía intenciones de comerciar con ella, en el momento en que se le fuera más al frente lo atracaría por la espalda. A la pobre le salió todo a la inversa, y la gente ni se ha enterao, en fin, otra puta más.

Caminaba moviendo el cuerpo a ritmo lento y despacio; como si bailara un bolero a media loza. Le llegaba el pelo a la cintura, ¿era ella? ¡Qué más da! Tenía los ojos prendidos en candela, y la piel del color más extraño. Los párpados pintados de azul y los labios rojísimos,¡cómo las putas! Se dejaba calzar por cada cosa (Y tú harías lo mismo si supieras lo que es vivir a merced de otros, ¡Puta!).Unos días llevaba zapatos rojos de escuela; los favoritos del señor diputado... ¡cómo le gustaban las colegialas! Otras veces llevaba puesto unos tacones que le facilitaban mirar por encima de los postes (Pero que exagerada, si no eran tan altos.) Hoy, es decir ahora, llevaba los pies desnudos. Decía que quería caminar libre por primera vez. No le importaban los vidrios que perforaban su piel al caminar, ¡estaba descalza! (Claro, eso me costó que no me ganara ni un duro esa noche.)

¿Y esto por qué lo cuento? (No es muy importante) ¡Ah! ¡Claro! El señor de la mirada interesante. Pues sí, todavía camina por el mismo sitio. Cada vez más cerca. ¿Será un cliente?

Señorita. (¡Qué risa!) ¿No necesita alguien que la calze?
¡Qué dice! ¿Señorita yo? ¿A caso me cuestiona la experiencia?
Perdone usted. Es que la veo descalza.
Le vira la cara como si no fuese con ella y continúa caminando. Una cadera empuja la otra, levita en el aire y sus pies, repletos de vidrios, chocan como castañuelas.

(Siempre hay una voz y una puta al final del blog... ¿no lo han notado? Ya no sé qué escribir, sé que la historia se quedará así, inconclusa, para que ustedes la rellenen. Poco a poco se apaga mi voz, muy lentamente me voy quedando sin palabras. Perdon...)

3/27/2007

La canción de la era perdida ("primer encuentro")

Me levanté con un dolor inmenso en la frente, y no salía de mi asombro al ver dónde estaba. No se confundan, jamás había estado allí antes; pero recordaba perfectamente este lugar de un sueño muy recurrente. Estaba en una bodega. A mi alrededor habían muchísimas vasijas selladas de todos los tamaños, y unos símbolos extrañísimos las decoraban. En el sueño alguien entraba a la bodega así que por precaución me escondí detrás de una vasija enorme que tenía al lado. En ese momento alguien entró. Escuché sus pasos recorrer el cuarto y cada vez que lo escuchaba acercarse me hacía más a las sombras. Caminaba muy lento, buscaba algo. Yo me moría de curiosidad por ver su cara pero me quedé muy quieta en posición fetal. Así estuve un rato hasta que no pude más y me asomé un poco para ver quién era. Cuando saqué la cara y me moví un poco hacia al frente choqué con una vasija. El golpe sonó durísimo, y en un segundo ya lo tenía a él frente a mí. Intenté pegar un grito pero el lo reprimió apretando su mano contra mi boca. Con su otra mano examinó un golpe que tenía en la frente. No sé cuando me habría herido, pero resolví que a eso se debía entonces el dolor.
Tenía el pelo extraordinariamente largo y del color de las piedras. Sus ojos, dos nubes de niebla centellante rasgando su cara, lograban un contraste perfecto con su piel dorada. Y era alto, muy alto. Por lo menos más que yo, mucho más. A primera vista no pude calcular su edad. Por un lado su cuerpo esbelto delataba la juventud que se hacía obvia en sus ojos preocupados. Pero las cicatrices en su cuerpo me hablaban de grandes batallas y tiempos de guerra. Cuando escuché su voz me alivié de saber que hablábamos el mismo idioma. ¡Quizás era el mismo que me robó de las aguas!
Se llamaba Yenza, me dijo, y efectivamente había sido él quien esa madrugada me había traído hasta acá. Según él, para salvarme de una muerte segura.

La canción de la era perdida ("las sirenas")

Ya llevaba mucho tiempo vagando en mis recuerdos. Y mi mente volvió a caer en sí. De repente vi que el paisaje que tenía de frente había cambiado por completo. No quedaba ni un rastro de las sirenas. Casi era de mañana y una nube negra flotaba a dos metros del suelo. Vi que estaba parada todavía en el mismo lugar; detrás de un arbusto para mi conveniencia. Sin embargo sentí que mi cuerpo se movía sólo y sin vacilar me adentré en la espesa niebla.
Corrí hacia delante buscado un lugar claro hasta que mis pies tropezaron con el agua tibia de las olas que rompían en la orilla; y vi flotar en el mar una gran bola de fuego. Curiosa, traté de acercarme más a lo que veía y fue así como logré por fin ver lo que ocurría.
Un barco había encallado en la costa y ardía en llamas. Parecía víctima de un ataque, sólo que no podía ver quién atacaba. Miré a todos lados buscando una respuesta y entonces noté que había gente herida a mí alrededor; muchos de ellos tenían el rostro quemado y andaban cubiertos en ceniza. ¿Las sirenas dónde estaban? A mis espaldas escuché el disparo de un cañón que hizo que la tierra temblara, e inmediatamente con el sonido, vino un resplandor rojo que arropó toda la costa. Los cañonazos se dirigían al mar pero no venían de él. La gente corría y se cubrían las cabezas. Escuché otro, esta vez pude ver de donde venían. Salían del bosque, y de entre la maleza miles de caras se escondían. Sentí un escalofrío correr por mi espalda, hace a penas unos minutos yo estaba allí parada, soñando con lo que antes fue.
Me entró la desesperación. ¡Una guerra! Y yo estaba justo en medio de ella. Corrí a buscar ayuda pero al parecer nadie entendía ni media palabra de lo que decía y me contestaban con cara de confusión y gestos hostiles. ¡Era inútil! En ese lugar yo era la única que hablaba el antiguo idioma atlante. Caí rendida en la arena y exploté en llanto. Todo aquello era confuso, ni siquiera sabía a quien recurrir. Yo era una extraña en aquel lugar. Miré a todos lados y vi a los hombres del bosque salir de la maleza y correr hacia la playa. Pensé que fácilmente me podrían confundir con sus adversarios. Lloré más. Me iban a matar…
Cuando mis lágrimas dejaron de caer y mis ojos se habían perdido en el mar olvidándome de los hombres del bosque, escuché la voz de las sirenas. Como había pasado antes, mi mente volvió al pasado, y comencé a entenderlo todo; ellas cantaban y yo recordaba. Me quedé como hipnotizada, esa canción me hechizaba el alma y no podía aguantar las ganas de correr hacia el mar. Antes pensaba que sólo le ocurría a los hombres, pero sentí mi cuerpo correr por dentro del agua hasta donde me lo permitían las olas. Y aunque a mí alrededor todo seguía igual, en mi mente las cosas habían cambiado.
Sentí que el viento me abrazaba el cuerpo y me llevaba. Todo el mar se convertía en un inmenso espectáculo de ondinas y sílfides. Las veía reír y moverse en el viento, con las olas, todas ellas entonando la misma canción. Aún así escuchaba los cañones, y con cada cañonazo ellas saltaban. Las observé por un rato con los ojos bien abiertos y los brazos extendidos tratando de alcanzarlas… hasta que un ruido me robó la visión.
Hace rato que venía escuchando una voz que me seguía. Nunca entendí, hasta que su acento cambió y sus palabras se volvieron conocidas. Me pidió que dejara aquel lugar. Que me fuera con él… ¡Con él! Mi cuerpo se paralizó completo, ¿cómo es que de repente alguien hablaba mi idioma?
Estuve un rato en la misma posición, perpleja, sin creer lo que escuchaba. Su voz me parecía tan familiar que me daba terror voltearme y ver que no había nadie. Deseaba con toda mi alma que él estuviese allí. Mil veces traté de voltearme y mi cuerpo no respondía; hasta que las palabras dejaron de ser un ruego y se transformaron en una orden.
Lo dijo sólo tres veces – ¡Vámonos! –y no trató reconvencerme más. Sentí sus brazos rodear mi cintura y levantarme del agua. Me puse sobre sus hombros y yo que aún estaba paralizada no pude hacer nada por evitarlo. Nos alejábamos a una velocidad increíble y en poco tiempo ya habíamos dejado la playa atrás. Nos dirigíamos a las profundidades del bosque. Recordé los cañones, las caras, la gente herida. Sentí miedo de los hombres del bosque. Y cuando descubrí que ya podía moverme comencé a forcejear. Le escuché decir unas palabras en otro dialecto que bloquearon mis movimientos. Poco a poco mis músculos se fueron soltando.
Ligera como una pluma –dijo él, y así me sentí. Desde entonces no recuerdo nada más…

El día en que dejé de ser yo para convertirme en su groupie ("una tarde con Santiago")

Con los nervios de punta, así se siente una cuando se tiene una cita con un escritor famoso. La noche anterior ni siquiera pude pegar pestaña pensando qué le iba a decir. Rogaba por que no me hablara de política.... ni de literatura, aunque para eso estábamos. ¿Qué le iba a decir entonces?
El lunes desperté como siempre; 7:00 am, dos horas en el baño, una de casa al tren, la clase de literatura, luego la de arte y wooshh se me fue el tiempo. A las dos mi cita con Santiago, es decir con Mayra, que me lo iba a presentar. El problema es que todavía quedaba una hora antes del encuentro. Como era de esperarse traía su libro conmigo... jamás me presentaría sin haberlo leído antes. En esa hora lo deboré completo. Ummmm bueno no, la mitad nada más, confieso. Cada dos minutos miraba mi celular para saber la hora, pero el tiempo pasaba lento. ¡Qué ansiedad! En esos sesenta minutos leí, caminé, busqué el consuelo de mis semejantes y rompí el record de miradas al celular, hasta que por fin se hicieron las menos diez.
Entro al lugar del encuentro, La Tertulia, y lo primero que veo: Mayra Santos, ¡yes! Ella se alegró al verme y vi en su cara un gesto de alivio. Quizás pensaba que ninguno de sus estudiantes vendríamos a ver a su gran amigo Santiago Roncagliolo, ganador más joven del premio de la editorial Alfaguara. Ver a Mayra fue como ver ayuda celestial, le conté lo nerviosa que estaba.
"¡No seas pendeja!"-me dijo- "Él es un tipo bien chevere, ya verás."
Así que me tranquilizé. Y noté que poco a poco iban llegando mis compañeros. Yo no era la única que venía a conocerlo, ellos también. Me puse a hablar de libros con una de ellos hasta que llegó él.
Lo supe por que escuché a Mayra gritar "¡Ya llegó!" desde la otra esquina. Sentí que los músculos se me comprimían, primero los de la cara, y no quize voltearme a verlo. Desde ahí, muy cerca de él, escuché su voz. Ese acento extranjero, que nada tenía que ver con los peruanos que se ven en "Laura en America", me devolvió el nerviosismo que antes tenía. Se escuchaba como un tipo normal, pero aún así era él... no me pude voltear a verle.
Cuando sentí que ya se iba y su voz se alejaba, fue que entonces reaccioné y me fui a sentar a donde se llevaría a cabo la presentación de su libro: Abril Rojo (buenísimo de hecho). El resto de l que pasó ahí lo pueden ver en las noticias, y si no pues se lo perdieron....
Lo que quería contar pasó después de la presentación, cuando me atreví a hablarle para que firmara mi libro.
Yo me ví allí parada frente a él, Mayra muy cerca, y él mirándome interesado en lo que le iba a decir. En ese momento pasaron por mi mente todas las conversaciones que había planeado la noche anterior... ninguna surgió. Me sacó de mis pensamientos la voz de Mayra que gritaba: "¡Santiago, cuidado con esa mujer que ella es tu groupie!"
¡Qué vergüenza! Me muero, pensé. Ahí sentí la posesión de algún espíritu maligno, que me hizo escupirle en la cara sin respirar "¡Hola Santiago, soy estudiante de Mayra y soy tu groupie!"
¡Queeeeeeeeeeeeeeeeé! ¿¿¿Y eso que fue??? Esa no era yo, ¡no!, yo no hablo así. Lo vi reir, me preguntó mi nombre y no me quedó nada más que felicitarlo por su premio y hablar de su blog. Eso para que viera que lo había leído y que podía decir más cosas que "soy tu groupie".
Me fui corriendo de allí en cuanto me firmó el libro, no podía con la vergüenza. La primera vez (bueno en realidad la segunda, después de todo Mayra también cuenta) que conozco a un escritor famoso y no puedo sostener una verdadera conversación. Me odio.
Al salir de La Tertulia, una de las que conmigo estaba me pidió ver lo que me había escrito Santiago en mi libro. Todavía no se me había ocurrido mirar lo que escribió. La escuché dar un grito de euforia. ¿Y eso?
Esto fue lo que me escribió:
Para Carla:
porque tu groupie soy yo,
Santiago.

De lo blanco y otros narcóticos

Todas las mañanas al subirme al tren, estación Hato Rey claro, observo con curiosidad a la gente. En la Milla de Oro siempre neva, me he fijado. Antes pensaba que era el sol quien con sus rayos blancos arropaba las oficinas ejecutivas que circundan mi apartamento, pero no es así. Les cuento, sucede que uno de esos días rutinarios iba yo corriendo a la estación; tenía prisa. El viento soplaba de forma extraña y pequeñas nubes blancas se amontonaban sobre mi cabeza.
¡Qué raro!- pensé- Aquí con el sol que hace siempre y el cielo hoy lleno de nubes. ¡Como llueva me cago en to' lo que se mueve!
Las nubes poco a poco se fueron disipando, hasta que en el cielo quedó sólo una, la más blanca....
LLego al tren, paso la tarjeta. ¡Mierda!, no tiene fondos. Vuelvo a salir, intento meterle dinero, no me acepta el billete (El próximo tren hacia Bayamón llegará en 1 minuto / The next train to Bayamón araives in 1 minute) lo plancho, ahora lo coge. Vuelvo a pasar la tarjeta piiiiii estoy adentro. Subo las escaleras como alma que lleva el diablo, el tren ya está ahi y me escurro entre la puerta que casi me pincha.
¡Por poco se te va el tren!- dice una señora que ya estaba adentro.
¡Cállese vieja cabrona!- digo para mis adentros y me pongo el I-pod. Dentro del tren la gente parece extaciada. Cada quién está en su mundo y los que no, andan buscando conversaciones que muy pocas veces pasan de una mirada extrañada. Yo lo observo todo desde el asiento más distante, casi siempre con Gavin de fondo.
I don't want to come back down from this cloud- canta Gavin muy consciente de lo que pasa en mi entorno. Para esto ya hemos llegado a la estación siguiente... "Roosevelt".... dice una voz femenina y por allá algún persiado mira a todos lados para ver de donde sale la voz. Se abren las puertas, gente entra, entre ellos un señor muy elegante con un protuberante bigote blanco. Debe ser algún presidente o alto ejecutivo de algún banco, me parece. Sigo mirando la gente, más adelante hay una elegantísima señora de peinado alto y protuberante bigote blanco. Detrás de ella un universitario riopedrense, supongo, con los pies trepados en ¡Alto! ¡¿Una señora con prutuberante bigote blanco?! WTF???
Algo aquí está pasando...... "Domenech".... la voz, alguien mira. La señora se baja. Entran tres ejecutivos y dos policias, todos ellos de protuberante bigote blanco. ¡Un momento!- estoy confundida. Vuelvo a mirar al señor presidente del banco, ¡Pero qué pasa!, su bigote está a medias y veo como se relambe el lado restante....
Me vuelvo hacia la ventana y veo la Milla de Oro pintadita de blanco. ¡Estos americanos son la ostia-escucho que dicen- ya hasta lograron que nevara en Puerto Rico! ...."Piñero"..... otra vez la voz, alguien mira. Yo vuelvo a observar a los bigotudos que se paran. Veo como todos a la vez se pasan la lengua por debajo de la nariz y en un baile sincronizado todos respiran profundo como si de una alergia se tratase; cojen su maletíin y se van.
Esta vez no entra nadie, nos hemos quedado el universitario y yo sólos..."Universidad"... la voz, nadie mira. He llegado....

La canción de la era perdida ("el comienzo")

Hace mucho tiempo que me he dedicado a observarlas. Ellas sólas son el reflejo propio que en el agua veo cuando me asomo y busco mirar en ellas la silueta frágil de mi cara… mi pelo blanco. Hace sólo dos décadas que a penas llegué a este lugar: Lemuria, tierra de dioses donde encontré al fin una razón para existir.
El ojo humano no puede verlas, ellas llaman con sus canciones a los viajeros; y las nereidas bailan. Muchas veces siento que alguien toca mi mano. Siento el calor de una piel lejana, la sensación de lo ya tocado, y lo recuerdo todo. Recuerdo lo que hace veinte años no vivía, la pérdida de Atlantea, Atlántida mi madre. Yo corrí isla por isla por ir tras sus pasos y llegué hasta este lugar maldito. Me he perdido, vivo escondida en el bosque… observándolas. A ellas jamás las había visto tan bellas. Aquí son extensión de la espuma, malvadas olas amarillas, espejismo de lo humano son cada una de ellas. Y me recuerdan a mí, a lo que antes fui. Pertenecen al mar que amé en tiempos más felices; las sirenas son mis enemigas.
Ellas sabían, las hijas de Doris, de mi oculta presencia e el bosque; y cantaban vanidosas la canción de la era perdida. Sus voces sonaban con el viento, y eran pequeños pedazos caracolados de mi propia voz. Yo corría entre los árboles memorando su melodía encantada; convencida de que bailé sin ritmo la memoria de sus voces decidí bajar…
Había preparado mi mente para el encuentro; hace mucho deseaba sentir la arena entre mis dedos y estaba ansiosa por dejar que las olas me llevasen con ellas hasta la profundidad del mar. Me vestí de flores, solté mi cabello y dejé el viento lo peinara; ahora estaba tan bella como las sirenas, me sentía como una diosa. Y corrí por las veredas del bosque mío soltando ríos y esquivando piedras. Con cada paso acelerado mi pelo bailaba imitando el movimiento de las olas como si anticipasen lo que estaba por ocurrir… y al fin llegué.
Allí me vi, parada frente a la playa que espiaba de lejos; mis pies todavía no tocaban la arena, pero ya estaba allí. Era quizás por timidez que no atrevía a tomar un paso más, y cuando realicé donde estaba parada, corrí a esconderme detrás de arbustos. ¿Qué habrá pasado por mi mente? ¿Por qué actuar así? ¿Acaso tendría yo miedo de aquellas mujeres del agua?
Ellas no se percataron nunca de mi llegada, estaban muy ocupadas peinando sus verdes cabellos y atrayendo viajeros a la costa como para prestar atención a lo que se movía al pie del bosque. Yo me quedé observándolas. Eran mujeres mitad arena, el pelo como las algas y los perlados. Vestían trajes de espuma y brillantes caracoles adornaban sus cabellos. Una de ellas jugaba a ser cantante mientras las demás la envolvían con plumas de un pelícano que había muerto en la orilla. Eran aproximadamente siete, recuerdo. Pero al moverse con las olas parecían multiplicar su ser, y se convertía todo aquello en un mar de sirenas. Yo quedé hipnotizada con aquel espectáculo de barcos que se asomaban en el horizonte buscando a las mujeres de arena.Y me perdí en los recuerdos...
Fueron miles los galeones que vi encallar a causa de ellas. La tripulación siempre moría completa, rara vez alguien lograba salir vivo del mar. A ese que quedaba vivo se lo llevaban los señores del bosque, no sé si para su fortuna… Fueron muchas las veces que bajé del bosque para verlos perecer; yo quería salvar a los hombres atlantes. Pero una voz en mi mente me prohibía hacerlo, decía que me ocurriría lo mismo a mí. Quizás yo, por ser mujer, no me dejaría encantar por la voz de las sirenas; esa voz embruja sólo a los hombres que se dejan encantar. Pero nada me salvaría de los hombres del bosque, esos seres de aspecto fiero, muy altos parecen de hierro con su pelo gris. Yo vivo también en el bosque desde que llegué a este lugar, pero ellos no me pueden ver. Aunque una vez los escuché pasar muy cerca de mí, sintieron mi presencia, y juraría que uno de ellos me pudo ver…se me quedó mirando fijo a los ojos, luego se fue. Tenían piel verde y aunque trataban con respeto a los náufragos que sobrevivían, no podía confiar en ellos. Aún no.
Pienso más en los marinos. ¿Qué vendrían ellos a hacer aquí? Recuerdo cuando era niña, yo era hija de Atlántea como esos hombres del mar. En la aldea en la crecí se escuchaban historias de espectaculares señoras del agua que llevaban a los hombres a la locura. Muchas veces vi a mis hombres desaparecer en el agua y nunca volver. Decían que buscaban aventuras en tierras lejanas y que algún día regresarían llenos de gloria. ¡Quién sabe cuando volverán! Ellos eran los héroes de nuestros tiempos. Y cada noche en la que la luna brillaba completa, tirábamos flores al mar para ver si la Diosa los devolvía.
De pequeña soñé con viajar más allá de las olas; yo quería al crecer convertirme en sirena y atrapar con mi voz el alma de uno de ellos. Cuando vino la gran catástrofe y fui obligada a dejar la tierra a la que estaba acostumbrada, vi la oportunidad perfecta para seguir mis sueños. El destino me obligaba a descubrir nuevos paisajes y viajé isla por isla buscándolo a él. Así fue que llegué hasta aquí…Lemuria, pensé que estaba muerto.

3/25/2007

Frente al espejo

"No quedan dudas, está muerto; se me fue, se ha ido. Las miradas, nuestras manos, el silencio, el pasado, el futuro, el presente... esos ojos, todo se fue. No vuelve, si no lo menciono jamás volverá. ¡Lo hago por mi, me duele, me cansé de esperar!"

Se calló un alfiler. El ruido casi me deja sorda.

"No lo creo, ¿así nada más? ¿Sin decirle adios? ¿Te olvidas de él como si no hubiese pasado un minuto desde que se conocieron?"

Levanta la mirada. Mis ojos la interrogan, sé que miente.

"¡Bah! Si ya sabía yo, no podía ser verdad."

"No, esta vez lo digo en serio, ya me harté de estar parada frente a él... invisible, haciendo el mismo papel de estúpida. ¡Me cansé de ser la amiga! "

La miro. Me da lástima, esto nunca lo va a superar.

"Y esta vez, ¿qué pasó?"

"¡Que me harté, ya te dije!"

Al decir esto levantó los brazos como si estuviese rogando al cielo. A la siguiente hora seguía insistiendo en lo mismo. Lo iba a olvidar. Pero en cada intento por odiarlo lograba recordarlo más.

"¡Ya basta! Es inútil, no se puede arrancar una astilla así porque así, se perfora más en la piel. Así duele."

Y yo, que te he visto caer todos estos años, no puedo... Ya lo sentía primero que tú.

Por tí, amiga, déjalo ir.

3/24/2007

Perdona tía, pero así fue...

Casi muero de la risa cuando vi su cuerpo acostado en el ataúd. Iba vestida con el traje púrpura que siempre lucía en ocasiones especiales, y aunque de antemano sabía a quién veníamos a velar, sólo por el atuendo supe que se trataba de ella. Para nada me gustó la peluca cobriza que habían escogido para cubrir su cabeza calva, y mucho menos el exceso de maquillaje que llevaba puesto, pero aún así me parecía un cadáver normal.
¡Se parece a Don Francisco! –exclamó una de mis primas con una carcajada y yo arrastrándola fuera de la capilla me reía también. No logré alcanzar a ver las miradas de los que allí se encontraban, pero imagino que más de uno se ofendió con nuestra imprudencia. La verdad es que poco me importó; si tía Silvia estuviese allí parada observando su propio cuerpo hubiese reaccionado igual. Afuera me encontré con varios de mis familiares que también comentaban lo poco que se parecía aquel cadáver expuesto a mi tía. Me senté en unas escaleras para hablar con mis primos, y saqué mi celular para mirar la hora. Eran casi las 11: 30 de la noche, poco a poco el cansancio se iba apoderando de mí. Al otro día enterrarían al cuerpo pero yo no iba a ir; suficiente hice con bajar desde Hato Rey para ver a la difunta, además tenía clases al otro día.
Hoy mismo fue que murió. –Comentaba mi prima Ana quien estuvo presente en el momento de su muerte y en quien recayó la difícil tarea de limpiar el reguero de sangre que dejó aquel cuerpo al explotar. – Como a eso de la madrugada – continuó ella –me desperté por que algo como que me levanto y en eso veo a la enfermera que entra al cuarto y me dice que viniera a ver algo. Así que la seguí hasta el cuarto donde estaba tía y me enseño como tenía toda la piel de los brazos abierta.
Nos contó que su piel se había vuelto violeta y que botaba sangre por todos los orificios del cuerpo. Le limpiaron la sangre pero cada vez expulsaba más y las grietas en la piel se hacían cada vez más profundas y visibles. –Yo creo que ahora sí se nos va. –dijo la enfermera mientras que con una gasa metía su mano dentro de una hendidura que tenía en el área abdominal para aguantar la sangre. –Cuando la enfermera dejó de limpiar el boquete que tenía en la barriga –continuó mi prima –por ahí mismo fue que explotó. Según ella la sangre corría por toda la cama y a pesar de haber explotado por dentro mi tía aún seguía aferrada a la vida y no permitía que aquel cáncer la venciera.
Yo la limpié un rato –decía ella –pero como a los cinco minutos me tuve que ir de ese cuarto. No te imaginas como gritaba…fue horrible.
Mientras ella seguía contándonos todo aquello en la escalera, yo volví a mirar mi celular. Esta vez daban las 12:15 de la noche y ya yo no podía con mis pestañas. Aún así seguí pendiente a la conversación. –Me lavé las manos y me fui a acostar un rato y cuando me levanté otra vez que viene la enfermera y me dice que tía Silvia se acababa de morir ahora mismo. Y te digo que lo único que hice fue soltar tremenda carcajada e irme a dormir otra vez.
Lo de la carcajada nos explicó que fue sólo su reacción a la noticia. Claro, habiendo estado con mi tía en el momento más crítico lo lógico para ella al enterarse que ya todo había terminado era reírse y a carcajadas. Pero no tan diferente fue mi reacción esa misma mañana cuando a las 8: 24, camino al tren, recibí la llamada de ella para decirme que tía había muerto. Mi reacción fue reírme también, aunque de forma más sutil. La muerte de nuestra tía significaba para nosotras, las que la vimos durante todo el proceso de la enfermedad, su merecida libertad. Y la noticia de que ya por fin había muerto nos devolvió todas las energías que nos había drenado los meses anteriores.
En el momento en que Ana terminó de contar su experiencia llegó Félix, el novio de mi hermana, para decirme que ya nos íbamos otra vez para Hato Rey. Ya eran casi la una de la madrugada; él trabajaba al otro día, mi hermana tenía una entrevista de trabajo y yo clases. Así que recogí mis cosas y corrí a la cafetería de la funeraria para tomarme el último chocolate caliente; no antes sin despedirme de todo el mundo y de ver a mi tía por última vez fingiendo con mi cara más triste que su muerte me causaba profundo dolor…

Tiene un ojo a cada lado

¿Te has fijado como miran las aves? En una cabecita donde un pico exagerado obstruye la vista y hay un ojo a cada lado, ¿podrán mirar hacia el frente?
A mi lorito Fabio no le gusta que lo mire a los ojos, me pica. Pero a veces, lo observo caminar por la casa recogiendo con su pequeño pico cualquier basurita que encuentra en el piso. Veo como camina y se detiene; sus ojos parecieran estar mirando un trozo de ajo que se me ha caído al suelo cuando cocinaba, y estando fijos, su cabeza se inclina hacia un lado para mirar con un sólo ojo. De esa manera analiza rápidamente lo que ha encontrado para luego girar la cabeza nuevamente hasta quedar frente a frente con el artefacto, y darle un picotazo veloz y preventivo, no muy profundo. Inmediatamente su lengua siente el sabor resinoso del ajo, y achinando los ojitos que parecen estar aguados, agita la cabeza de forma exagerada como queriendo dejar atrás la sensación de aquella probada. Increíblemente no abandona a su adversario; desde no muy lejos, veo como estira el cuello y vuelve a virar la cabeza. Sólo que ahora mira con el otro ojo como si así fuese a ver algo diferente.
¡Un momento! ¿Podrá ser eso? No me parece coherente, pero si un perro puede ver en blanco y negro y un caballo lo ve todo más grande, entonces ¿por qué un pájaro no puede ver algo de manera diferente con cada ojo?
Continúo…
Su ojo, por el momento sólo utiliza uno, ya no observa con curiosidad el objeto que tiene al frente. Ahora, para mi sorpresa, vuelve a picar el canto de ajo pero esta vez como si disfrutara el sabor que antes le repugnó; lento y despacio parece comerlo.
A veces me pregunto si podrían estar viendo una cosa por un ojo cuando al mismo tiempo observan un paisaje diferente con el otro. Sé que pueden mirar hacia el frente, y anulo la oración donde lo pregunto anteriormente. ¿Pero será posible mirar dos cosas a la vez? Hago la prueba y descubro que sí es posible.
Miro hacia el frente enfocando mi vista hacia un punto en específico. Observo con claridad todos los detalles, y los memorizo rápido. He escogido un lugar en el techo pues estoy acostada mientras escribo esto. Puedo ver el abanico que gira sobre mi cabeza y muy arriba en la pared también puedo ver un atrapa sueños que he colgado no hace mucho. De manera espontánea cubro con mi mano mi ojo derecho; sigo viendo lo que veía antes sólo que ahora no puedo ver el ventanal a la derecha ni una silla que está a mi lado si no es por que se reflejan en un espejo que tengo de frente. Destapo mi ojo derecho para cubrir el izquierdo y descubro que veo exactamente lo mismo salvo por un pedazo de pared donde se reflejaba mi sombra hace un momento atrás cuando miraba por ese ojo.
El resultado es obvio, el propósito de tener dos ojos es que así podemos tener una visión panorámica de lo que nos rodea. Sin embargo, nunca sabré como es ver con un ojo a cada lado pues mis ojos permanecen siempre juntos, siempre al frente...

Otro día en la estación

Eventualmente, cuando pienso en ello, me detiene la nostalgia de tus palabras: "Que si me he ido es por que necesito estar solo." O sin mí, diría yo. No es que reproche tu manera hermitaña, pero es que...¡es que sigo sin entender por qué me has abandonado!
Todavía, a media tarde, camino hasta la estación con la esperanza de que hayas vuelto; y te espero una o dos horas en el mismo rincón donde solíamos encontrarnos a veces. Sabes, te cuento, uno de esos días en los que optimista te esperé, un hombre vino hacia mí. Se llamaba Alejandro, decía verme todas las tardes en aquel mismo lugar esperando por alguien que nunca llegaba. Esa tarde Alejandro me invitó un café que yo rechazé, por supuesto. "No gracias, es usted muy amable, pero resulta que la persona que espero no tarda en llegar." Pero no lo hiciste, y esperé largo rato. Alejandro se fue sin insistir y no lo he vuelto a ver hasta entonces.
Así fueron pasando los años y yo te seguía esperando con la misma ilusión de los primeros días. Ya conocía a muchos en la estación, incluso a veces platicaba con las meseras de un restaurante cercano que me sorprendían una que otra vez con deliciosas meriendas que yo devoraba de inmediato. Platicábamos de cosas banales, de sus empleos, sus romances, del ultimo grito en fin de todo un poco. Muchas veces surgían conversaciones filosóficas entre nosotras, pero muy rara vez; y fueron también muchas las veces que surgió la pregunta inevitable de una de sus bocas, a lo que yo siempre contestaba: "Espero a mi marido que no tarda en regresar." Suficiente con decir eso para que ellas se miraran entre sí como si no hablaran mi mismo idioma y continuaran la conversación.
Durante todo ese tiempo que pasé allí llegue a memorizar todas las rutas que funcionaban en la estación; y por primera vez comprendí que la vida no tenía por qué limitarse a un sólo paisaje. Descubrí que había vida más allá del horizonte y sentí fascinación por la vida del viajero. Con el tiempo conseguí un empleo en la boletería. Resolví que así la posibilidad de encontrarte aumentaría, pues tarde o temprano tendrías que pasar por ahí. Y entonces te volvería a ver.
Sucedió una mañana, cuando menos lo esperaba. Llegaste de improviso, un poco mayor y con las mismas viejas maletas. Yo acababa de llegar también a mi puesto, y aún no me acomodaba el uniforme. Dolores, quien trabajaba conmigo, te atendía mientras yo escuchaba desde el cuarto de empleados.
"Tres boletos para Berlín, por favor." te escuché decir. ¿Pero para qué querías tres boletos si estabas sólo? ¿Acaso uno no te era suficiente? Dejé de preguntarme de inmediato y decidí volver a mirar hacia tu dirección.
Nunca olvidaré aquel momento, justo en el mismísimo instante en que apartaba la mirada escuché la voz de un niño q se aproximaba: "¡Papá papá, que se nos va el tren!" exclamaba mientras tú lo cargabas en tus brazos.
Tenía más o menos ocho años, calculé, un año menos desde que te fuistes. ¡Se parece tanto a tí!En mi mente comenzaron a saltar imágenes mientras te ví marcharte a lo lejos con el niño y una mujer que creo haber visto alguna vez. ¡Claro, si te has marchado con ella, la del restaurante! ,grité furiosa.
Ahora lo recuerdo todo. Hace casi diez años cuando celebrábamos nuestro primer año de casados en el restaurante de la ciudad, ella atendió nuestra mesa.
"¿Un año?, felicidades; se les ve muy felices." comentaba ella mientras te lanzaba miradas coquetas que yo ignoraba. Ahora que lo recuerdo, ella nunca dirigió una sola de sus palabras hacia mí. Aparte de tomar mi orden; siempre te habló sólo a tí. ¿La conocerías de antes? ¡Qué estúpida fui al no darme cuenta!
Ahora que veo como te alejas sin tan siquiera notar mi presencia, ahora que te veo con tu nueva familia, me doy cuenta de el tiempo que he malgastado esperándote. Pero si de algo me han servido todos estos años en la estación, ha sido para aprender que es uno quien decide las circunstancias. Esa misma mañana que te volví a encontrar, dejé de ajustarme el uniforme y renuncié a la boletería. Desde entonces vivo viajando, y los trenes que he abordado ya no me saben a tí...