4/02/2007

De putas y voces raras

¡Qué de ojos! ¡Qué hermosura!
Voy a contaros la historia de la puta sin nombre; la que no tiene por quién suspirar ni quien suspire por ella. Se llamaba Clemente... ¡Ves, ya la he cagado!
(¡Qué va!, si al principio se perdona todo) ¿Pero quién habla? (Pues yo, que me llamo Clementina además! Ala! Continúa.)

Escribo por escribir... su vida, por supuesto, ¿qué más? A Clemente (¡Clementina!) le pegaron un tiro en la frente cuando caminaba por ahí sóla buscando el peso.
A su paso iba un señor de estos interesantes que te cruzan la mirada y se bajan el sombrero.
Era una de sus peores noches; el señor interesante se le acercaba por el lado. Ella lo tenia todo calculado. Ese día no había hecho ni una triste peseta , así que si éste no tenía intenciones de comerciar con ella, en el momento en que se le fuera más al frente lo atracaría por la espalda. A la pobre le salió todo a la inversa, y la gente ni se ha enterao, en fin, otra puta más.

Caminaba moviendo el cuerpo a ritmo lento y despacio; como si bailara un bolero a media loza. Le llegaba el pelo a la cintura, ¿era ella? ¡Qué más da! Tenía los ojos prendidos en candela, y la piel del color más extraño. Los párpados pintados de azul y los labios rojísimos,¡cómo las putas! Se dejaba calzar por cada cosa (Y tú harías lo mismo si supieras lo que es vivir a merced de otros, ¡Puta!).Unos días llevaba zapatos rojos de escuela; los favoritos del señor diputado... ¡cómo le gustaban las colegialas! Otras veces llevaba puesto unos tacones que le facilitaban mirar por encima de los postes (Pero que exagerada, si no eran tan altos.) Hoy, es decir ahora, llevaba los pies desnudos. Decía que quería caminar libre por primera vez. No le importaban los vidrios que perforaban su piel al caminar, ¡estaba descalza! (Claro, eso me costó que no me ganara ni un duro esa noche.)

¿Y esto por qué lo cuento? (No es muy importante) ¡Ah! ¡Claro! El señor de la mirada interesante. Pues sí, todavía camina por el mismo sitio. Cada vez más cerca. ¿Será un cliente?

Señorita. (¡Qué risa!) ¿No necesita alguien que la calze?
¡Qué dice! ¿Señorita yo? ¿A caso me cuestiona la experiencia?
Perdone usted. Es que la veo descalza.
Le vira la cara como si no fuese con ella y continúa caminando. Una cadera empuja la otra, levita en el aire y sus pies, repletos de vidrios, chocan como castañuelas.

(Siempre hay una voz y una puta al final del blog... ¿no lo han notado? Ya no sé qué escribir, sé que la historia se quedará así, inconclusa, para que ustedes la rellenen. Poco a poco se apaga mi voz, muy lentamente me voy quedando sin palabras. Perdon...)

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