El incendio en la casa de muñecas
Se llamaba Paulina, mi muñeca; y vivía con sus amigas Teresa y Kira en un piso que les rentaba Barbie por quinientos dólares al mes. ¡Vaya cucarachero! Y no es que me queje, pero la Barbie tenía una mansión para ella sola. De vez en cuando Ken la venía a visitar. Siempre llegaba en su carro deportivo, y en comparación con sus amigos Mitch, Gargantilla y Cuellolargo, era todo un galán. Paulina y Ken discutían mucho. ¡La Barbie esa no te quita el ojo! Parece que no tiene suficiente con tus tres amigos- le gritaba ella indignada. ¡Si es que ya decía yo que era una fleje! ¡Pero que no me busque, ah! Y lo amenazaba con el dedo. Aparte de las constantes peleas, eran muy felices. Él las ayudaba con el pago de la renta. Y cuando Barbie se quedó sin trabajo y decidió aumentar el alquiler, se mudaron a la casa de muñecas. La casa de muñecas era un hogar para señoritas dirigido por la señora Olivia. Allí vivían más de cuarenta señoritas de todos los lugares,desde Playdoll a Fisherprice. Teresa ,Kira y Paulina eran las únicas de Matel. Por eso las envidiaban las demás. Están hechas de un plástico esquicito y el pelo les cubre toda la cabeza. Eso alegaba Jacinta, una muñeca de farmacia con aparentes trastornos mentales cuya cabeza era demasiado grande para su cuerpo; y que tenía cabello sólo en la parte frontal del cráneo. En esa casa vivieron más de dos años. Allí terminaron los estudios y aprendieron a cocinar. Los primeros meses a las demás se les hacía raro que Kira y Teresa pasaran tanto tiempo encerradas en el baño. Pero no había que olvidar que muchas en la casa tenían la misma costumbre. Con el tiempo montaron un restaurante. Con el tiempo también, se enteraron que Barbie se recuperaba en una clínica para adictos a la heroína. La fueron a visitar, y les contó que cuando la despidieron de Hooters pensó que su vida había terminado. Pasó por muchas etapas depresivas y se dedicó por varios meses al tráfico de drogas ilegales. Así fue que tuvo acceso a la heroína. Era lo único que me hacía sentir viva, afirmaba. Ya hacía dos meses que estaba internada. Le confesó a Paulina que Ken venía muy a menudo a visitarla, él mismo la había llevado a internar. Lo sé, él fue quien me dijo que estabas aquí. Me pidió que te fueramos a visitar. Pero hace más de cuatro meses que no andamos. A Barbie parecía que le brillaban los ojos. Y desde una esquina, Kira la miraba con desdén. No volvieron a visitarla más. Meses después Ken le suplicó a Pau que volviera con él. Ella lo rechazó. Ahora salía con un nativo de las islas Galápagos que había conocido por Internet. Se llamaba Kocoom, y era atleta en su país. Y es que ya ven, la globalización... Ken la persiguió por varios días. Y en la casa se escuchaban rumores de que ya habían vuelto otra vez. Pero Paulina negó que se siguieran viendo y le puso una orden de protección para que no quedaran dudas. Cuando éste se enteró de la orden, no insistió más. Una vez escuché decir a Jacinta que el antiguo novio de Paulina se había mudado con Barbie; y vi la mueca angustiosa que hizo Pau al enterarse. Pienso que todavía lo quiere.El invierno de ese mismo año, en la casa de muñecas, ocurrió una tragedia. Un día en que celebraban el cumpleaños de Tori, una de las inquilinas, se desató un incendio en la planta baja. Como era de suponerse en estos casos, la histeria de las muchachas impidió que alguna pudiera escapar. Todas murieron, incluída la señora Olivia.Y dicen las malas lenguas que aquel incendio fue provocado. De la casa no quedó nada, y el olor a plástico quemado impregnó todo el vecindario por varios años. Y no es que se halla quedado la peste, sino que nadie pudo olvidar
ese olor.
El día en que ocurrió el incendio, mi mamá me quitó las muñecas y no volví a jugar más con las barbies. Después del incidente con los potes de alcoholado de abuela, que quemara la casa de muñecas ya era el colmo. Desde entonces tengo un ejército de GI Joes que baila el virazón y una muñeca Xuxa de casi un metro que le encanta pegarle sustos a mi hermana en el baño...