3/24/2007

Perdona tía, pero así fue...

Casi muero de la risa cuando vi su cuerpo acostado en el ataúd. Iba vestida con el traje púrpura que siempre lucía en ocasiones especiales, y aunque de antemano sabía a quién veníamos a velar, sólo por el atuendo supe que se trataba de ella. Para nada me gustó la peluca cobriza que habían escogido para cubrir su cabeza calva, y mucho menos el exceso de maquillaje que llevaba puesto, pero aún así me parecía un cadáver normal.
¡Se parece a Don Francisco! –exclamó una de mis primas con una carcajada y yo arrastrándola fuera de la capilla me reía también. No logré alcanzar a ver las miradas de los que allí se encontraban, pero imagino que más de uno se ofendió con nuestra imprudencia. La verdad es que poco me importó; si tía Silvia estuviese allí parada observando su propio cuerpo hubiese reaccionado igual. Afuera me encontré con varios de mis familiares que también comentaban lo poco que se parecía aquel cadáver expuesto a mi tía. Me senté en unas escaleras para hablar con mis primos, y saqué mi celular para mirar la hora. Eran casi las 11: 30 de la noche, poco a poco el cansancio se iba apoderando de mí. Al otro día enterrarían al cuerpo pero yo no iba a ir; suficiente hice con bajar desde Hato Rey para ver a la difunta, además tenía clases al otro día.
Hoy mismo fue que murió. –Comentaba mi prima Ana quien estuvo presente en el momento de su muerte y en quien recayó la difícil tarea de limpiar el reguero de sangre que dejó aquel cuerpo al explotar. – Como a eso de la madrugada – continuó ella –me desperté por que algo como que me levanto y en eso veo a la enfermera que entra al cuarto y me dice que viniera a ver algo. Así que la seguí hasta el cuarto donde estaba tía y me enseño como tenía toda la piel de los brazos abierta.
Nos contó que su piel se había vuelto violeta y que botaba sangre por todos los orificios del cuerpo. Le limpiaron la sangre pero cada vez expulsaba más y las grietas en la piel se hacían cada vez más profundas y visibles. –Yo creo que ahora sí se nos va. –dijo la enfermera mientras que con una gasa metía su mano dentro de una hendidura que tenía en el área abdominal para aguantar la sangre. –Cuando la enfermera dejó de limpiar el boquete que tenía en la barriga –continuó mi prima –por ahí mismo fue que explotó. Según ella la sangre corría por toda la cama y a pesar de haber explotado por dentro mi tía aún seguía aferrada a la vida y no permitía que aquel cáncer la venciera.
Yo la limpié un rato –decía ella –pero como a los cinco minutos me tuve que ir de ese cuarto. No te imaginas como gritaba…fue horrible.
Mientras ella seguía contándonos todo aquello en la escalera, yo volví a mirar mi celular. Esta vez daban las 12:15 de la noche y ya yo no podía con mis pestañas. Aún así seguí pendiente a la conversación. –Me lavé las manos y me fui a acostar un rato y cuando me levanté otra vez que viene la enfermera y me dice que tía Silvia se acababa de morir ahora mismo. Y te digo que lo único que hice fue soltar tremenda carcajada e irme a dormir otra vez.
Lo de la carcajada nos explicó que fue sólo su reacción a la noticia. Claro, habiendo estado con mi tía en el momento más crítico lo lógico para ella al enterarse que ya todo había terminado era reírse y a carcajadas. Pero no tan diferente fue mi reacción esa misma mañana cuando a las 8: 24, camino al tren, recibí la llamada de ella para decirme que tía había muerto. Mi reacción fue reírme también, aunque de forma más sutil. La muerte de nuestra tía significaba para nosotras, las que la vimos durante todo el proceso de la enfermedad, su merecida libertad. Y la noticia de que ya por fin había muerto nos devolvió todas las energías que nos había drenado los meses anteriores.
En el momento en que Ana terminó de contar su experiencia llegó Félix, el novio de mi hermana, para decirme que ya nos íbamos otra vez para Hato Rey. Ya eran casi la una de la madrugada; él trabajaba al otro día, mi hermana tenía una entrevista de trabajo y yo clases. Así que recogí mis cosas y corrí a la cafetería de la funeraria para tomarme el último chocolate caliente; no antes sin despedirme de todo el mundo y de ver a mi tía por última vez fingiendo con mi cara más triste que su muerte me causaba profundo dolor…

No hay comentarios.: