Estimados lectores, he vuelto para nunca regresar....
hasta siempre,
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Si las horas pasaran como debiera ser, entonces nada de esto hubiese ocurrido. El tiempo me ha engañado, me siento perdida en él... Juraría que cuando miré mi reloj por última vez todavía eran las 12:30. Luego pasó algo que no recuerdo; fue como cuando cierras los ojos y aprietas los párpados para relajar la vista; cuando los abres se supone que estes en el mismo lugar que antes de cerrarlos. A mí me pasó diferente, eran las 12:30 se los juro, lo natural era que no hubiese pasado ni un minuto, pero no fue así. No sólo pasaron 7 horas, sino que tampoco estaba en el mismo lugar. Me encontré sóla en un bosque, desnuda, con un f'río increíble. Me sentía muerta, sin vida, completamente drenada...
¿Nunca les ha ocurrido que miran el reloj y ven una hora, luego parpadean, vuelven a mirar y el tiempo ha volado sin que nada pase?A mí sí. Lo vivo a diario. Son como pequeñas lagunas en la memoria. Mi madre siempre me regañaba porque me pasaba horas duchándome. ¡No me jodas mamá, que sólo han sido 20 minutos!
Recuerdo que un día sentada en la sala de mi casa veía la tele. Yo para aquellos tiempos me interesaba en las cosas paranormales y me puse a ver un programa donde salían unos argentinos hablando de raptos; de esos de extraterrestres. Mi mamá estaba conmigo. Contaban que una vez un hombre entró al baño de una discoteca unos minutos antes de que esta cerrara. Conocía al dueño así que estaba en confianza. Cuando salió de dar la meada se encontró con el dueño y otros dos individuos que cuidaban el lugar. Parecían preocupados y le dijeron que había estado tres horas allí metido. ¿Te ha pasado algo? le preguntaron. No. Si sólo estuve 5 minutos.
Esto para que vean que no soy la única que me tardo en el baño.
La discución en el programa continuó luego de la historia. Decían que a aquel hombre lo habían raptado los extraterrestres por eso el tiempo había pasado de forma tan diferente para él. ¿Acaso me raptarán a mí cada vez que me baño? Te lo dije mamá todo es culpa de los extraterrestres...
Lo curioso es que hoy nunca salí del baño. Miro mi reloj. Marca las 7 menos cuarto. No sé qué hago en un bosque, desnuda, tal y como me fui a bañar. La música de Twilight Zone suena en mi cabeza. Tinu ninu tinu ninu tinu nino... así suena. ¿Y yo qué hago aquí?
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¡Qué de ojos! ¡Qué hermosura!
Voy a contaros la historia de la puta sin nombre; la que no tiene por quién suspirar ni quien suspire por ella. Se llamaba Clemente... ¡Ves, ya la he cagado!
(¡Qué va!, si al principio se perdona todo) ¿Pero quién habla? (Pues yo, que me llamo Clementina además! Ala! Continúa.)
Escribo por escribir... su vida, por supuesto, ¿qué más? A Clemente (¡Clementina!) le pegaron un tiro en la frente cuando caminaba por ahí sóla buscando el peso.
A su paso iba un señor de estos interesantes que te cruzan la mirada y se bajan el sombrero.
Era una de sus peores noches; el señor interesante se le acercaba por el lado. Ella lo tenia todo calculado. Ese día no había hecho ni una triste peseta , así que si éste no tenía intenciones de comerciar con ella, en el momento en que se le fuera más al frente lo atracaría por la espalda. A la pobre le salió todo a la inversa, y la gente ni se ha enterao, en fin, otra puta más.
Caminaba moviendo el cuerpo a ritmo lento y despacio; como si bailara un bolero a media loza. Le llegaba el pelo a la cintura, ¿era ella? ¡Qué más da! Tenía los ojos prendidos en candela, y la piel del color más extraño. Los párpados pintados de azul y los labios rojísimos,¡cómo las putas! Se dejaba calzar por cada cosa (Y tú harías lo mismo si supieras lo que es vivir a merced de otros, ¡Puta!).Unos días llevaba zapatos rojos de escuela; los favoritos del señor diputado... ¡cómo le gustaban las colegialas! Otras veces llevaba puesto unos tacones que le facilitaban mirar por encima de los postes (Pero que exagerada, si no eran tan altos.) Hoy, es decir ahora, llevaba los pies desnudos. Decía que quería caminar libre por primera vez. No le importaban los vidrios que perforaban su piel al caminar, ¡estaba descalza! (Claro, eso me costó que no me ganara ni un duro esa noche.)
¿Y esto por qué lo cuento? (No es muy importante) ¡Ah! ¡Claro! El señor de la mirada interesante. Pues sí, todavía camina por el mismo sitio. Cada vez más cerca. ¿Será un cliente?
Señorita. (¡Qué risa!) ¿No necesita alguien que la calze?
¡Qué dice! ¿Señorita yo? ¿A caso me cuestiona la experiencia?
Perdone usted. Es que la veo descalza.
Le vira la cara como si no fuese con ella y continúa caminando. Una cadera empuja la otra, levita en el aire y sus pies, repletos de vidrios, chocan como castañuelas.
(Siempre hay una voz y una puta al final del blog... ¿no lo han notado? Ya no sé qué escribir, sé que la historia se quedará así, inconclusa, para que ustedes la rellenen. Poco a poco se apaga mi voz, muy lentamente me voy quedando sin palabras. Perdon...)
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Con los nervios de punta, así se siente una cuando se tiene una cita con un escritor famoso. La noche anterior ni siquiera pude pegar pestaña pensando qué le iba a decir. Rogaba por que no me hablara de política.... ni de literatura, aunque para eso estábamos. ¿Qué le iba a decir entonces?
El lunes desperté como siempre; 7:00 am, dos horas en el baño, una de casa al tren, la clase de literatura, luego la de arte y wooshh se me fue el tiempo. A las dos mi cita con Santiago, es decir con Mayra, que me lo iba a presentar. El problema es que todavía quedaba una hora antes del encuentro. Como era de esperarse traía su libro conmigo... jamás me presentaría sin haberlo leído antes. En esa hora lo deboré completo. Ummmm bueno no, la mitad nada más, confieso. Cada dos minutos miraba mi celular para saber la hora, pero el tiempo pasaba lento. ¡Qué ansiedad! En esos sesenta minutos leí, caminé, busqué el consuelo de mis semejantes y rompí el record de miradas al celular, hasta que por fin se hicieron las menos diez.
Entro al lugar del encuentro, La Tertulia, y lo primero que veo: Mayra Santos, ¡yes! Ella se alegró al verme y vi en su cara un gesto de alivio. Quizás pensaba que ninguno de sus estudiantes vendríamos a ver a su gran amigo Santiago Roncagliolo, ganador más joven del premio de la editorial Alfaguara. Ver a Mayra fue como ver ayuda celestial, le conté lo nerviosa que estaba.
"¡No seas pendeja!"-me dijo- "Él es un tipo bien chevere, ya verás."
Así que me tranquilizé. Y noté que poco a poco iban llegando mis compañeros. Yo no era la única que venía a conocerlo, ellos también. Me puse a hablar de libros con una de ellos hasta que llegó él.
Lo supe por que escuché a Mayra gritar "¡Ya llegó!" desde la otra esquina. Sentí que los músculos se me comprimían, primero los de la cara, y no quize voltearme a verlo. Desde ahí, muy cerca de él, escuché su voz. Ese acento extranjero, que nada tenía que ver con los peruanos que se ven en "Laura en America", me devolvió el nerviosismo que antes tenía. Se escuchaba como un tipo normal, pero aún así era él... no me pude voltear a verle.
Cuando sentí que ya se iba y su voz se alejaba, fue que entonces reaccioné y me fui a sentar a donde se llevaría a cabo la presentación de su libro: Abril Rojo (buenísimo de hecho). El resto de l que pasó ahí lo pueden ver en las noticias, y si no pues se lo perdieron....
Lo que quería contar pasó después de la presentación, cuando me atreví a hablarle para que firmara mi libro.
Yo me ví allí parada frente a él, Mayra muy cerca, y él mirándome interesado en lo que le iba a decir. En ese momento pasaron por mi mente todas las conversaciones que había planeado la noche anterior... ninguna surgió. Me sacó de mis pensamientos la voz de Mayra que gritaba: "¡Santiago, cuidado con esa mujer que ella es tu groupie!"
¡Qué vergüenza! Me muero, pensé. Ahí sentí la posesión de algún espíritu maligno, que me hizo escupirle en la cara sin respirar "¡Hola Santiago, soy estudiante de Mayra y soy tu groupie!"
¡Queeeeeeeeeeeeeeeeé! ¿¿¿Y eso que fue??? Esa no era yo, ¡no!, yo no hablo así. Lo vi reir, me preguntó mi nombre y no me quedó nada más que felicitarlo por su premio y hablar de su blog. Eso para que viera que lo había leído y que podía decir más cosas que "soy tu groupie".
Me fui corriendo de allí en cuanto me firmó el libro, no podía con la vergüenza. La primera vez (bueno en realidad la segunda, después de todo Mayra también cuenta) que conozco a un escritor famoso y no puedo sostener una verdadera conversación. Me odio.
Al salir de La Tertulia, una de las que conmigo estaba me pidió ver lo que me había escrito Santiago en mi libro. Todavía no se me había ocurrido mirar lo que escribió. La escuché dar un grito de euforia. ¿Y eso?
Esto fue lo que me escribió:
Para Carla:
porque tu groupie soy yo,
Santiago.
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Todas las mañanas al subirme al tren, estación Hato Rey claro, observo con curiosidad a la gente. En la Milla de Oro siempre neva, me he fijado. Antes pensaba que era el sol quien con sus rayos blancos arropaba las oficinas ejecutivas que circundan mi apartamento, pero no es así. Les cuento, sucede que uno de esos días rutinarios iba yo corriendo a la estación; tenía prisa. El viento soplaba de forma extraña y pequeñas nubes blancas se amontonaban sobre mi cabeza.
¡Qué raro!- pensé- Aquí con el sol que hace siempre y el cielo hoy lleno de nubes. ¡Como llueva me cago en to' lo que se mueve!
Las nubes poco a poco se fueron disipando, hasta que en el cielo quedó sólo una, la más blanca....
LLego al tren, paso la tarjeta. ¡Mierda!, no tiene fondos. Vuelvo a salir, intento meterle dinero, no me acepta el billete (El próximo tren hacia Bayamón llegará en 1 minuto / The next train to Bayamón araives in 1 minute) lo plancho, ahora lo coge. Vuelvo a pasar la tarjeta piiiiii estoy adentro. Subo las escaleras como alma que lleva el diablo, el tren ya está ahi y me escurro entre la puerta que casi me pincha.
¡Por poco se te va el tren!- dice una señora que ya estaba adentro.
¡Cállese vieja cabrona!- digo para mis adentros y me pongo el I-pod. Dentro del tren la gente parece extaciada. Cada quién está en su mundo y los que no, andan buscando conversaciones que muy pocas veces pasan de una mirada extrañada. Yo lo observo todo desde el asiento más distante, casi siempre con Gavin de fondo.
I don't want to come back down from this cloud- canta Gavin muy consciente de lo que pasa en mi entorno. Para esto ya hemos llegado a la estación siguiente... "Roosevelt".... dice una voz femenina y por allá algún persiado mira a todos lados para ver de donde sale la voz. Se abren las puertas, gente entra, entre ellos un señor muy elegante con un protuberante bigote blanco. Debe ser algún presidente o alto ejecutivo de algún banco, me parece. Sigo mirando la gente, más adelante hay una elegantísima señora de peinado alto y protuberante bigote blanco. Detrás de ella un universitario riopedrense, supongo, con los pies trepados en ¡Alto! ¡¿Una señora con prutuberante bigote blanco?! WTF???
Algo aquí está pasando...... "Domenech".... la voz, alguien mira. La señora se baja. Entran tres ejecutivos y dos policias, todos ellos de protuberante bigote blanco. ¡Un momento!- estoy confundida. Vuelvo a mirar al señor presidente del banco, ¡Pero qué pasa!, su bigote está a medias y veo como se relambe el lado restante....
Me vuelvo hacia la ventana y veo la Milla de Oro pintadita de blanco. ¡Estos americanos son la ostia-escucho que dicen- ya hasta lograron que nevara en Puerto Rico! ...."Piñero"..... otra vez la voz, alguien mira. Yo vuelvo a observar a los bigotudos que se paran. Veo como todos a la vez se pasan la lengua por debajo de la nariz y en un baile sincronizado todos respiran profundo como si de una alergia se tratase; cojen su maletíin y se van.
Esta vez no entra nadie, nos hemos quedado el universitario y yo sólos..."Universidad"... la voz, nadie mira. He llegado....
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"No quedan dudas, está muerto; se me fue, se ha ido. Las miradas, nuestras manos, el silencio, el pasado, el futuro, el presente... esos ojos, todo se fue. No vuelve, si no lo menciono jamás volverá. ¡Lo hago por mi, me duele, me cansé de esperar!"
Se calló un alfiler. El ruido casi me deja sorda.
"No lo creo, ¿así nada más? ¿Sin decirle adios? ¿Te olvidas de él como si no hubiese pasado un minuto desde que se conocieron?"
Levanta la mirada. Mis ojos la interrogan, sé que miente.
"¡Bah! Si ya sabía yo, no podía ser verdad."
"No, esta vez lo digo en serio, ya me harté de estar parada frente a él... invisible, haciendo el mismo papel de estúpida. ¡Me cansé de ser la amiga! "
La miro. Me da lástima, esto nunca lo va a superar.
"Y esta vez, ¿qué pasó?"
"¡Que me harté, ya te dije!"
Al decir esto levantó los brazos como si estuviese rogando al cielo. A la siguiente hora seguía insistiendo en lo mismo. Lo iba a olvidar. Pero en cada intento por odiarlo lograba recordarlo más.
"¡Ya basta! Es inútil, no se puede arrancar una astilla así porque así, se perfora más en la piel. Así duele."
Y yo, que te he visto caer todos estos años, no puedo... Ya lo sentía primero que tú.
Por tí, amiga, déjalo ir.
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¿Te has fijado como miran las aves? En una cabecita donde un pico exagerado obstruye la vista y hay un ojo a cada lado, ¿podrán mirar hacia el frente?
A mi lorito Fabio no le gusta que lo mire a los ojos, me pica. Pero a veces, lo observo caminar por la casa recogiendo con su pequeño pico cualquier basurita que encuentra en el piso. Veo como camina y se detiene; sus ojos parecieran estar mirando un trozo de ajo que se me ha caído al suelo cuando cocinaba, y estando fijos, su cabeza se inclina hacia un lado para mirar con un sólo ojo. De esa manera analiza rápidamente lo que ha encontrado para luego girar la cabeza nuevamente hasta quedar frente a frente con el artefacto, y darle un picotazo veloz y preventivo, no muy profundo. Inmediatamente su lengua siente el sabor resinoso del ajo, y achinando los ojitos que parecen estar aguados, agita la cabeza de forma exagerada como queriendo dejar atrás la sensación de aquella probada. Increíblemente no abandona a su adversario; desde no muy lejos, veo como estira el cuello y vuelve a virar la cabeza. Sólo que ahora mira con el otro ojo como si así fuese a ver algo diferente.
¡Un momento! ¿Podrá ser eso? No me parece coherente, pero si un perro puede ver en blanco y negro y un caballo lo ve todo más grande, entonces ¿por qué un pájaro no puede ver algo de manera diferente con cada ojo?
Continúo…
Su ojo, por el momento sólo utiliza uno, ya no observa con curiosidad el objeto que tiene al frente. Ahora, para mi sorpresa, vuelve a picar el canto de ajo pero esta vez como si disfrutara el sabor que antes le repugnó; lento y despacio parece comerlo.
A veces me pregunto si podrían estar viendo una cosa por un ojo cuando al mismo tiempo observan un paisaje diferente con el otro. Sé que pueden mirar hacia el frente, y anulo la oración donde lo pregunto anteriormente. ¿Pero será posible mirar dos cosas a la vez? Hago la prueba y descubro que sí es posible.
Miro hacia el frente enfocando mi vista hacia un punto en específico. Observo con claridad todos los detalles, y los memorizo rápido. He escogido un lugar en el techo pues estoy acostada mientras escribo esto. Puedo ver el abanico que gira sobre mi cabeza y muy arriba en la pared también puedo ver un atrapa sueños que he colgado no hace mucho. De manera espontánea cubro con mi mano mi ojo derecho; sigo viendo lo que veía antes sólo que ahora no puedo ver el ventanal a la derecha ni una silla que está a mi lado si no es por que se reflejan en un espejo que tengo de frente. Destapo mi ojo derecho para cubrir el izquierdo y descubro que veo exactamente lo mismo salvo por un pedazo de pared donde se reflejaba mi sombra hace un momento atrás cuando miraba por ese ojo.
El resultado es obvio, el propósito de tener dos ojos es que así podemos tener una visión panorámica de lo que nos rodea. Sin embargo, nunca sabré como es ver con un ojo a cada lado pues mis ojos permanecen siempre juntos, siempre al frente...
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Eventualmente, cuando pienso en ello, me detiene la nostalgia de tus palabras: "Que si me he ido es por que necesito estar solo." O sin mí, diría yo. No es que reproche tu manera hermitaña, pero es que...¡es que sigo sin entender por qué me has abandonado!
Todavía, a media tarde, camino hasta la estación con la esperanza de que hayas vuelto; y te espero una o dos horas en el mismo rincón donde solíamos encontrarnos a veces. Sabes, te cuento, uno de esos días en los que optimista te esperé, un hombre vino hacia mí. Se llamaba Alejandro, decía verme todas las tardes en aquel mismo lugar esperando por alguien que nunca llegaba. Esa tarde Alejandro me invitó un café que yo rechazé, por supuesto. "No gracias, es usted muy amable, pero resulta que la persona que espero no tarda en llegar." Pero no lo hiciste, y esperé largo rato. Alejandro se fue sin insistir y no lo he vuelto a ver hasta entonces.
Así fueron pasando los años y yo te seguía esperando con la misma ilusión de los primeros días. Ya conocía a muchos en la estación, incluso a veces platicaba con las meseras de un restaurante cercano que me sorprendían una que otra vez con deliciosas meriendas que yo devoraba de inmediato. Platicábamos de cosas banales, de sus empleos, sus romances, del ultimo grito en fin de todo un poco. Muchas veces surgían conversaciones filosóficas entre nosotras, pero muy rara vez; y fueron también muchas las veces que surgió la pregunta inevitable de una de sus bocas, a lo que yo siempre contestaba: "Espero a mi marido que no tarda en regresar." Suficiente con decir eso para que ellas se miraran entre sí como si no hablaran mi mismo idioma y continuaran la conversación.
Durante todo ese tiempo que pasé allí llegue a memorizar todas las rutas que funcionaban en la estación; y por primera vez comprendí que la vida no tenía por qué limitarse a un sólo paisaje. Descubrí que había vida más allá del horizonte y sentí fascinación por la vida del viajero. Con el tiempo conseguí un empleo en la boletería. Resolví que así la posibilidad de encontrarte aumentaría, pues tarde o temprano tendrías que pasar por ahí. Y entonces te volvería a ver.
Sucedió una mañana, cuando menos lo esperaba. Llegaste de improviso, un poco mayor y con las mismas viejas maletas. Yo acababa de llegar también a mi puesto, y aún no me acomodaba el uniforme. Dolores, quien trabajaba conmigo, te atendía mientras yo escuchaba desde el cuarto de empleados.
"Tres boletos para Berlín, por favor." te escuché decir. ¿Pero para qué querías tres boletos si estabas sólo? ¿Acaso uno no te era suficiente? Dejé de preguntarme de inmediato y decidí volver a mirar hacia tu dirección.
Nunca olvidaré aquel momento, justo en el mismísimo instante en que apartaba la mirada escuché la voz de un niño q se aproximaba: "¡Papá papá, que se nos va el tren!" exclamaba mientras tú lo cargabas en tus brazos.
Tenía más o menos ocho años, calculé, un año menos desde que te fuistes. ¡Se parece tanto a tí!En mi mente comenzaron a saltar imágenes mientras te ví marcharte a lo lejos con el niño y una mujer que creo haber visto alguna vez. ¡Claro, si te has marchado con ella, la del restaurante! ,grité furiosa.
Ahora lo recuerdo todo. Hace casi diez años cuando celebrábamos nuestro primer año de casados en el restaurante de la ciudad, ella atendió nuestra mesa.
"¿Un año?, felicidades; se les ve muy felices." comentaba ella mientras te lanzaba miradas coquetas que yo ignoraba. Ahora que lo recuerdo, ella nunca dirigió una sola de sus palabras hacia mí. Aparte de tomar mi orden; siempre te habló sólo a tí. ¿La conocerías de antes? ¡Qué estúpida fui al no darme cuenta!
Ahora que veo como te alejas sin tan siquiera notar mi presencia, ahora que te veo con tu nueva familia, me doy cuenta de el tiempo que he malgastado esperándote. Pero si de algo me han servido todos estos años en la estación, ha sido para aprender que es uno quien decide las circunstancias. Esa misma mañana que te volví a encontrar, dejé de ajustarme el uniforme y renuncié a la boletería. Desde entonces vivo viajando, y los trenes que he abordado ya no me saben a tí...
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Ëthel
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