8/28/2007

La nena ya no tiene quien la quiera



No hay cuchillos en la casa, mamá los escondió todos de la nena… a la nena le prohibieron la entrada a la cocina. Sucedió de noche, cuando ya nadie la estaba vigilando. Bajó la gran escalera de espiral, con los pies desnudos, hasta tocar el piso de la sala. La casa es un poco grande, pero si se saben todos los pasos que hay que dar, se puede llegar rápido al refrigerador. Abre la puerta de la cocina, con cuidado para que no rechine, y ve que no hay ningún cocinero que la descubra. Abre la nevera, le mete bocado a lo primero que encuentra y regresa a la cama. Crimen perfecto. La nena lo hace todas las noches. En la casa ya todos han empezado a sospechar. Mamá abre los ojos cuando escucha la puerta de la nena abrirse. La ve escurrirse a la cocina, la sigue; la encuentra con las manos llenas de tarta.

Vas a parecer una bola de lo gorda que te vas a poner, y entonces ya nadie te va a querer; y en la escuela se van a burlar de ti.

La otra noche la nena pensó en eso, se miró en el espejo, una mordida al pollo que sobró de la cena no hace daño. Bajó la escalera de caracol, mamá no la escucha ya.

En la escuela todas las niñas parecen princesitas. Todas con sus uniformes pegaditos al cuerpo, muy entalladitos. A la nena se le ha visto últimamente con la cara más redonda; mamá le ha soltado un poco el entalle del uniforme para que luzca más delgada. Mamá también le dijo al cocinero que ya no hay postre para la nena. Todas las noches, la niña va a por el trozo de pastel.

¡Lola la bola! ¡Lola la bola! Le cantan en la escuela… la nena llora.

Pasó de noche, cuando mamá no se podía dar cuenta. Bajó la gran escalera de espiral hasta donde se lo permitió la fatiga. En la pared de al frente hay un espejo muy grande. La nena se mira y no se reconoce. Piensa que es otra que invade su cuerpo, se la quiere quitar…. Baja quince escalones de inmediato, hasta que los dedos desnudos tocan el piso. Corre un poco, cruza la enorme sala, por fin llega hasta la cocina. Se detiene. Mira el refrigerador. Se adelanta un poco para abrir la puerta. Titubea, mira mejor hacia el fregadero, las gavetas…. Recuerda a la niña del espejo. ¡Maldita seas Lola! Se la quiere quitar. Abre una gaveta, saca de ella un cuchillo y con la mano temblorosa y los párpados bien apretados, intenta deshacerse de los rollitos de su cintura. Así como el cocinero le enseño a quitarle la grasa a un puerco. Pero mamá abre los ojos, parece un cerdo que chilla en la cocina. Vistiendo la piel pegadita al hueso baja la escalera. La nena ya no llora.

Lola se despierta en una cama de hospital. Se toca la cara, dos huesos sobresalen. Se toca más, le duele la piel. Lleva poco más de un mes ahí acostada. Una enfermera le sirve un postre, para que coma, porque a nadie le gustan las niñas muy delgadas. Lola rechaza el postre. Se mira por encima y recuerda lo que pasó. No extraña su antiguo cuerpo; pero este tampoco le gusta. Pide que le traigan el postre. Lo mira con desconfianza. Ya la nena no encuentra que hacer. Se atraganta la comida; acto seguido la vomita. Busca algo más para comer, está muy flaca le dijo la enfermera.

Si sigues así de flaca ya nadie te va a querer, le dice la madre que entra por la puerta.

Mamá le trae un emparedado de jamón. Lola lo come y lo vomita. Pide otro, pasa lo mismo... otro, no ve cuando parar. A la nena se le fueron 10 kilos en el hospital. De vuelta al colegio las otras niñas la miran con horror.

Lola tiene la piel "old fashion". Han pasado a penas unos meses del incidente, y en la escuela los niños no la molestan más. Parecen estar en "shock". La nena es ahora una niña normal, excepto por las cicatrices en su abdomen. Es toda una princesita en uniforme, como las demás niñas del cole; sólo que ya no es moda estar tan flaca. Lola todas las noches intenta volver a bajar la escalera de espiral. Se debate entre el comer y el no comer. ¿Qué hace la nena para que no se le vaya la grasa al cuerpo después de comer? ¿Qué hace la nena para que no se le vaya la piel a los huesos después de vomitar? Después de lo que pasó, los cuchillos no son opción para la Lola. Mamá, por las noches no duerme, para que no se le escape la nena a la cocina.

3 comentarios:

Sergio Gutiérrez Negrón dijo...

Ethel, me hacía falta tu blog. Y para qué! Este escrito es lo mejor que he leído tuyo. Me encanta, carajos. Envíalo a Cataliticos.com o al Pozo, que estoy seguro que lo pondrán en uno de los dos, sino ambos.
Para los pelos.
Me gusta, me gusta mucho, negra.

Anónimo dijo...

Tengo la mala costumbre de brincar cuando leo porque no me gusta la lectura. Empeze, brinque al medio y tuve que regresar porque me fascino. Primi, tienes mucho talento y te felicito. Me recuerdas mucho a los Gil-Navedo, definitivamente tienes ese hermoso talento con el que se distingue la familia. Besos y la mejor de las suertes!!

Anónimo dijo...

snif.... que triste